Por: David Auris Villegas - Escritor/Pedagogo

Continuando los patrones del galopante consumismo mundial, pecando de bucólico Grinch,  millares de entusiasmadas mesas de sabores ociosos, robustece  caritativamente de festines, sacrificados en nombre de la Navidad, disfrazada de alegría y nostalgia,  silenciando suspiros dormidos de los niños y niñas que aprendieron a cantar los rigores de un padre ignorado y una madre audaz.

¿Habrá alegría en millones de invisibles moradas, mientras desgajan heladas nieves cual bellotas perfumadas y los campos ríen pintado de ilusiones? ¿Alguien se acordó de estos niños y niñas, con los sueños impregnados entre las sienes y las piernas; jugando a orillas de mares, percibiendo otros techos alegrías de algodón?

¿Algún atardecer habrá regalos en aldeas de los niños y niñas que aprendieron a sonreír? Observando inocentes pecados de Caín, degustan un famélico pan en frívola navidad, jugueteando imaginarias fantasías, ¿Habrá corazones, juegos y regalos? Probablemente no, pues a veces es tarde para volver empezar a sonreír.

En el impenitente viaje de estos niños y niñas quizás habrá incontables sueños e imparables  juegos y ¿La niñez se habrá marchado para siempre? O sencillamente aguarda en el recodo del camino, con la esperanza de un mañana pintado de ilusiones como la historia que muchos estaremos destinados a repetirla.

¿Juguetearán con sus madres? Ellos siempre serán felices, como los pájaros que nunca conocieron  a sus padres y hermanos.  Mañana será diferente y  conmovedor para los niños sin regalos que aprendieron a ser buenos, a pesar de tantas trivialidades que nos vende la maravillosa Navidad, invento de los hombres para pintar de alegría sus petrificados corazones y,  mañana al despertar, elevarán otra muralla de lucha, predestinado a escribir su propia historia en algún lugar del planeta con alegrías de algodón.