Las semanas previas a la Novena Cumbre de las Américas, organizada por Estados Unidos en Los Ángeles, California, han sido turbulentas. Se acumulan las preguntas en torno a los temas que probablemente dominarán las conversaciones, los compromisos que se anunciarán y lo que ha sucedido con las relaciones entre Estados Unidos y el resto de la región desde que se celebró la primera reunión de este tipo en 1994.
WOLA explora algunas de esas cuestiones y otras que es necesario conocer para entender mejor lo que sucederá esta semana.
1. La migración será el tema dominante. En una llamada con periodistas días antes del inicio de la Cumbre, Juan González, uno de los principales asesores del presidente Joe Biden para América Latina, enumeró el desarrollo económico, los efectos de la pandemia del Covid-19, el cambio climático y la crisis migratoria como los temas más importantes de la cumbre. De ellos, la migración es una preocupación central, no sólo por el aumento de los flujos migratorios, sino también por lo que significa para la política interna de Estados Unidos. El número de personas migrantes que viajan desde el sur en los últimos años, incluyendo un elevado número de personas procedentes de Sudamérica, Haití y Cuba, ha aumentado drásticamente, y no es probable que esto cambie a corto plazo. Aunque lo ha intentado, Biden ha tenido poco éxito a la hora de hacer retroceder algunas de las medidas migratorias draconianas de Trump, como el Título 42 y el programa "Permanecer en México", cuya finalización ha sido bloqueada por cortes estadounidenses. Es probable que las próximas elecciones de mitad de período al Congreso en Estados Unidos compliquen aún más la voluntad de la administración de realizar cambios audaces desde Washington. Mientras que los cambios políticos en Estados Unidos parecen estar estancados, la administración está trabajando para alcanzar acuerdos bilaterales sobre migración y protección y se espera que anuncie varios compromisos y resultados con los líderes regionales en la Cumbre, además de la firma de una declaración regional sobre migración y protección.
2. El estado de la democracia en el continente como telón de fondo. Desde que Bill Clinton fue anfitrión de la primera Cumbre de las Américas en 1994, la promoción de la democracia ha sido un tema clave en estas reuniones. En la tercera cumbre, de 2001, se incluyó el mandato de establecer la Carta Democrática Interamericana. Pero la evolución política del continente desde entonces, incluida la de Estados Unidos, ha traído duros golpes a la democracia. En América Latina, diferentes formas de populismo han hecho incursiones con presidentes que han trabajado para concentrar el poder ejecutivo, reducir la autonomía de otros poderes del Estado y debilitar los sistemas de pesos y contrapesos. Y, esta vez, Estados Unidos también está en la lista: más de un año después de los atentados del 6 de enero en el Capitolio en Washington, la mayoría de las personas en el país cree que la democracia está en peligro, mientras que en 2021 se presentaron más de 400 proyectos de ley en las legislaturas estatales que restringen el acceso al voto. El desafío democrático es, hoy más que nunca, uno que concierne a todos, incluido el anfitrión.
3. La influencia de Estados Unidos en la región ya no es lo que era. Aunque muchos países siguen contando con Estados Unidos como su principal socio comercial, de inversión, de cooperación o financiero, el tablero geopolítico de la región ha cambiado radicalmente. La consolidación de China como superpotencia global con influencia económica en América Latina, así como los periodos de distanciamiento de Estados Unidos, o incluso de ruptura de relaciones entre Washington y sus vecinos del sur son algunas de las razones de que la influencia estadounidense sea menos evidente. Hoy, América Latina parece mucho menos dispuesta a que Washington le diga lo que tiene que hacer. Es previsible que la administración Biden llegue a Los Ángeles a fomentar la responsabilidad compartida y la cooperación regional, al tiempo que intenta solidificar alianzas y asociaciones, en parte para contrarrestar el papel de China y Rusia.
4. El alcance real de estas cumbres: ¿Para qué sirven? Siempre se ha cuestionado la utilidad real de estas cumbres, a veces por lo ambiciosas que suelen ser sus agendas, pero también por la falta de compromiso de los países en el seguimiento de lo acordado o de planes claros de implementación. Un buen ejemplo de ello es la anterior Cumbre celebrada en Perú en 2018, en la que el tema central fue la corrupción, un mal que se ha hecho más visible en el continente desde entonces, con varios expresidentes juzgados o encarcelados y países enteros tomados por sistemas políticos corruptos. De esta cumbre podría esperarse, al menos, que Estados Unidos lidere un cambio de tono en la relación, de una marcada por el signo transaccional impuesto por Trump a una de más compromisos compartidos en los temas que la administración Biden ha dicho que son centrales, como la migración, el cambio climático y el desarrollo equitativo. La verdadera prueba será si los compromisos y declaraciones que surjan de la Cumbre incluyen planes de acción claros con plazos específicos y formas de participación de los actores de la sociedad civil en el proceso de seguimiento.
5. Las Américas han cambiado radicalmente desde la primera Cumbre en 1994. El lanzamiento de la Cumbre de las Américas en Miami hace casi 30 años estuvo marcado por una agenda política continental, impulsada por Estados Unidos, en la que el libre comercio era el norte ideológico y político. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) se firmó el primer día de 1994, y Clinton anunció en la cumbre planes para crear un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Aunque esto nunca llegó a materializarse, los acuerdos de libre comercio fueron una pieza central de la política exterior de Estados Unidos hacia la región durante las dos décadas siguientes, mientras que muchos gobiernos latinoamericanos alcanzaron acuerdos adicionales con la Unión Europea y dentro de la región. Aunque el libre comercio sigue estando en la agenda, el título de la Cumbre, "Construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo", refleja la urgente necesidad de que líderes regionales aborden cuestiones que no estaban en el centro cuando se inició el proceso de cumbres, como la desigualdad, el cambio climático, la recuperación regional de la pandemia del COVID-19 y la preparación para futuras crisis sanitarias mundiales, así como el retroceso democrático en muchos países.
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