El proyecto, impulsado por el Centro Internacional de la Papa (CIP), con sede en Lima (Perú) y el Centro de Investigación Ames (ARC) de la NASA, tiene un doble objetivo. Por un lado estudiar las posibilidades que tendrían las patatas de medrar en una futura colonia marciana. Por otro, aprovechar el conocimiento adquirido para encontrar la variedad del tubérculo que pudiera crecer en suelos donde ni las malas hierbas lo hacen y llevar su cultivo a zonas con desnutrición. Hay un tercer motivo: ir preparándonos para el impacto del cambio climático en el cuarto cultivo en importancia que alimenta a los humanos.
"Seleccionamos 65 variedades que podrían enfrentarse a un gran estrés por aridez", dice el investigador del departamento de mejora genética del CIP, Walter Amorós. Y las plantaron en tierra del desierto de La Joya, en el sur de Perú. "Son los suelos más parecidos a los de Marte encontrados en la Tierra", dice en una nota el ingeniero del ARC, Chris McKay. La similitud es particularmente acusada en la salinidad de estos suelos. "Tienen 20 veces más concentración de sales, en especial sodio y boro", explica Amorós.
«De las 65 variedades de papa habituadas a condiciones extremas que iniciaron el proyecto, ya solo quedan cinco. Pero ninguna otra planta de las básicas para los humanos, desde el trigo, hasta la quinua, pasando por los frijoles superaron la prueba.»
Las condiciones de la tierra recogida para los experimentos eran tan exigentes que ninguna otra planta de las básicas para los humanos, desde el trigo, hasta la quinua, pasando por los frijoles superaron la prueba. A las papas también les costó. Tuvieron que ayudarlas con agua rica en nutrientes para que enraizaran, algo que, en todo caso, tendrán que hacer los futuros colonos marcianos. Solo una de las variedades nativas y cuatro mejoradas con genética clásica enraizaron y tuberizaron, proceso botánico por el que las raíces o tallos inferiores de algunas plantas se transforman en tubérculos.
"Ahora tenemos que investigar cómo logramos una producción mayor y más estable", comenta el experto del CIP, que recuerda que se trata de una fase muy preliminar del proyecto. Todavía queda por ver cómo lidian las variedades supervivientes con obstáculos presentes en el suelo marciano, en especial compuestos oxidantes como los percloratos, abundantes también en el agua marciana, antes de que una futura colonia humana en Marte pueda usar su tierra roja como sustrato para cultivar patatas.
Casi todas esas condiciones son las que van a recrear dentro de un CubeSat en lo que supone la segunda fase del Potatoes on Mars y que puede seguirse online. Los CubeSat son satélites en miniatura dedicados a la investigación espacial. Aunque se les sueles poner en órbita, también pueden reproducir las condiciones del espacio exterior, la Luna y otros planetas aquí en la Tierra. "Sirve para la experimentación buscando las papas más resistentes. Esta fase 2 que inicia busca los límites de la papa acercándola más a ambientes marcianos", explica Valdivia.
Aún queda un largo trecho en el camino y no andan sobrados de fondos. Si alguna de las plantas de patata supera la prueba del CubeSat, aún habría que recurrir a la biotecnología para aumentar su producción, habría que llevar los primeros plantones desde aquí y habría que comprobar si cuajan en el suelo marciano. Pero, como dice Amorós pensando en la solidaridad alimentaria y el cambio climático, "si al final no sirven para Marte, servirán para la Tierra".
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