Un trabajo paciente que duro más de un año, tuvo su recompensa la semana pasada cuando fue desbaratada la más grande red criminal de esta provincia:
La Santa Casta de Ica.
Este grupo criminal, manejado según la policía casi enteramente por un clan familiar, ha estado operando con impunidad desde hace años en esta provincia.
Sus tentáculos incluían no solo malos agentes del orden sino integrantes del
Ministerio Publico y hasta del Poder Judicial. Prueba de ello es que hay al menos un fiscal identificado y con orden de detención por ser el encargado de “limpiarlos” cada vez que caían detenidos para que volvieran a las calles a seguir operando.
Empezaron como ladrones de autos y
perfeccionaron su accionar. Se empezaron a dedicar a otras modalidades de extorsión y robo, al sicariato y hasta el tráfico de algas marinas.
Resumiendo,
estos delincuentes tenían el rango de inalcanzables porque nadie se atrevía a chocar con ellos. Tuvo que organizarse un grupo especial que actuó desde Lima, incluyendo la Cuarta Fiscalía Supranacional de Lima y 52 fiscales, para asegurar que los hampones no escaparan sorpresivamente gracias a sus “amigos” iqueños.
Este duro golpe que merece todo nuestro reconocimiento, confirma como la corrupción esta encarnada dentro de nuestra sociedad; y si de esta región hablamos,
basta con dar una mirada a los reclamos que se escuchan a diario desde las entidades estatales que nos gobiernan.
Este año, el presidente de la junta directiva de la ONG Transparencia Internacional, José Ugaz, dijo que la crisis corruptiva que se vive en América Latina,
“nos puede tragar a todos” si no adoptamos medidas urgentes para enfrentarla.
Valdría la pena empezar por contar con organismos de control que actúen sin miramientos “y no lleguen tarde, mal o nunca” como sentencio Ugaz, para que no solo caigan hampones sino los otros delincuentes de
la “santa casta de cuello y corbata”.