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Por: Esteban Saldaña Gutiérrez Ingeniero Industrial |
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Ese día, muy temprano papá ordenaba todo. Estebancito, “taytay, yuntacunata jatimuyña. Validonchickunaja chayaramunjañam. (Papacito anda por las yuntas, ya van a llegar los peones). Entraba y salía del cuarto de calamina, donde guardaba el arado, el yugo y los aperos.
Mamá arreglaba la cocina, ordenaba los leños y con algún resto de chamisa y un poquito de querosene prendía el fogón. Escogía las ollas más grandes y atizaba el fogón. El humo inundaba la amplia cocina que servía también de comedor. Parada sobre un poyo escogía los mejores quesos que descansaban en la chaclana. De la canasta, que colgaba del techo, sacaba resmas de charqui. Corría a la oscura despensa y de las colcas escogía las papas más grandes. Pasaba por la huerta y sacaba cebolla, jalaba con cuidado las delicadas plantitas el anís y de la nudosa planta de ají recogía coloridos y lustrosos ajíes. Regresaba a la cocina con el mandil lleno.
De a pocos llegaban las señoras que ese día ayudarían en la siembra. Huasillay llamaban, con su hermosa voz cantarina. Entraban y pasaban a la cocina. Machcata ruay mamay (haz la machca mamá) y le señalaba la máquina de moler. Jamñatajmi japchita ruamuy, chay batampi.(tú has el japchi, en el batán) .
Preparaban la comida del día y estando ya listo cuidadosamente ordenaban en blancos manteles y luego las colocaban en las llicllas multicolores, para llevarlas a la espalda a la chacra. Mamá a la cabeza de esa especie de comitiva, con su sombrero blanco que utilizaba solo en épocas de fiesta, bordeado de flores.
Llegaban en plena faena de siembra y buscaban un claro en la chacra, donde se instalaban, tendían los manteles y sobre ella ordenaban la comida, la chicha en balde blanco -preparado exclusivamente para ese día porque el resto del año tomábamos agua de puquio – algunos dulces, galletitas y frutas. Estando ya listo la “mesa” llamaban fuerte, don na jamuyña, lliu jamuchun (vengan todos). El gañan un poco contrariado, por el bolo de coca, el guía alegre, papá dejaba su alforja de semilla. Todos nos reuníamos alrededor de la improvisada mesa. Se almorzaba con gran parloteo. Al final y a manera de sobremesa decían pukllamusun (vamos a jugar). Se guardaban los trastos y se dejaba solo el mantel y sobre ella esparcían hojas de coca o maíz a nombre de cada uno de nosotros, incluyendo a la yunta. Si salía jasa, risas, para los casados. Si salía jaurama, más risas, para los solteros.
De vuelta a la siembra, las mujeres eran las más entusiastas. Unas ayudaban al gañan, limpiando la reja, botando los terrones, jalando las malas hierbas y repitiendo ucu, ucu, ucu….. jahuan, jahuan, jahuan …. Otras se comedían con el sembrado Ñojam ruasaj tioy (yo voy a sembrar tío) y se ponían a sembrar, con la alforja sobre el pecho, con pasos acompasados sobre el surco que formaba el arado …. Las más jovencitas espantaban a los chihuacos y chihuillos que pretendían escarbar las semillas …. Alcanzaban el refresco … infatigables todas las mujeres.
Al final de la jornada y cuando estaba “pasando” el sol se culminaba con la siembra, el gañan soltaba la yunta, previamente desamarraba el yugo, quitaba el arado …. ya para salir todas las mujeres hacían un semicírculo, se aclaraban la voz y empezaban a cantar en coro el harawi … los hombres con la lampa al hombre imitando el bugido del toro respondían fuerte …. Para salir recomendában la siembra a los cerros tutelares, minasniyocc, condorsencca, auqichanca, al gran huamaní, eterno guardián de nuestro pueblo, al tayta inti, a los puquios para que no falte agua y se tenga buena cosecha. En el día internacional de la mujer, este corte relato, en homenaje a las mujeres Huancavelicanas y del Perú profundo.
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