Por: Eucadio Gutiérrez Solano Profesor/Periodista |
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Alexander Von Humboldt cuenta que excepcionales obras de ingeniería hidráulica de los incas -en la costa- fueron destruídos por los españoles, de “envidia”.
Los sanguinarios españoles mataron a los nativos de Chincha, produciéndose el genocidio jamás registrado, muertes en serie que se hicieron desaparecer la población chinchana, que los historiados y muchos arqueólogos callan.
Solamente en el valle de Chincha, mataron -sin piedad- a 99.6 %, de tal modo “quedaron vivos solamente 600 chinchanos, de 150 mil tributarios registrados en ese tiempo” (Aviso, María Rostworoswki). En la sierra de Chincha la población habría sido el doble, que se conjetura por los innumerables restos arqueológicos.
Este horrible genocidio ha sido ocultado por los arqueólogos que vinieron a estudiar la cultura Chincha, atentando y sepultado la verdad. Pues hasta la fecha no ha sido relatada la desaparición macabra de la población antigua de Chincha. La sierra, sin duda, tenía mayor población que la costa o llanura. La prueba son los restos arqueológicos y abundantes andenes, que hoy no se cultivan en más del 90 por ciento, y las tumbas funerarias, que son lapidarias para esclarecer lo que ocurrió en el pasado, a manos de los criminales sin sangre.
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El valle de Chincha y la Huaca de la Centinela, vestigio de la cultura Chincha.
Los estudiosos omitieron registrar, seguramente adrede, las tumbas funerarias, pruebas evidentes de la crueldad de la matanza habida. Quienes por más de 50 años venimos recorriendo los espacios donde vivieron los primitivos pobladores de Chincha (costa y sierra), podemos expresar, sin temor a equivocarnos, que los muertos ejecutados por los criminales españoles, se encuentran enterrados como bultos, como cualquier cosa, en las tumbas funerarias, considerados como tumbas pertenecientes a la Cultura Chincha, cuando son sepulturas o “cementerios” de la época de la conquista, pos Inca.
En las llamadas tumbas hemos observado restos óseos de todas las edades, lo que quiere decir, que allí están los huesos de niños, jóvenes y adultos, asesinados por los españoles, como si tratase de animales que murieron en mancha por efecto de una peste, y que sus dueños por temor a la contaminación, lo enterraron en “mancha”, en huecos abiertos, como en Hijaya, Viña Vieja, El Cumbe, Huancor, Topará, Chavín, Azángaro, y otros lugares visitados, como objetos inservibles.
Los muertos yacen como leñas producto de la criminalidad bárbara cometido por los foráneos, para adueñarse de las tierras de Chincha y sofocar la rebeldía de los nativos. De la más horrible muerte que sufrieron nuestros hermanos de ayer, que se encuentra en la tumbas, son testigos los alumnos, de entonces Colegio Pardo y del Pedagógico de Chincha, que estuvimos con la compañía del Dr. Guillermo Vivanco, Francisco Bendezú, Jorge Vidal Ganvine, y José Dagnino. Detenerse en cada tumba, expuestos prácticamente en la intemperie, es para llorar, de pensar cómo los españoles, mataron y arrojaron, los restos de nuestros antepasados, como cualquier cosa.
Los arqueólogos, que dijeron haber estudiado, el pasado chinchano, han dado datos falsos, por la sencilla razón que la fecha atribuida de la antigüedad del hombre chinchano, se basa del análisis efectuado a los nativos muertos por los españoles. Lógico la fecha es reciente y no corresponde a la verdad arqueológica, mucho menos pertenecen a la Cultura Chincha.
Creemos que nadie ha hecho un estudio en ese sentido, por tanto los enfoques atribuidos a la cultura peruana, en gran parte están equivocados, salvo de quienes vienen realizando estudios en los restos de aquellos tiempos tanto en el norte como en Caral, entre otros lugares.
Es hora que la nueva generación de estudiosos hagan sus trabajos en los “cementerios” donde están “enterrados” los restos de los crímenes ejecutados por los españoles.
Para saber de la forma y modo como fueron asesinados, tal vez envenenados o ejecutados. Hasta ahora queda oculto el crimen organizado cometido por los españoles. Ha llegado el momento de esclarecer la muerte de niños, jóvenes y adultos, que nadie se ha preocupado por tan espantosa muerte sufrida por los nativos.
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