David Vilcapuma Gutiérrez Licenciado en Educación |
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Esta narración literaria de la herranza, está escrita con el único afán de difundir y mantener activo las tradiciones y costumbres de nuestro bello pueblo, además esta hermosa fiesta es patrimonio de la cultura viva de nuestro pueblo del ande.
Exhorto a cada uno de ustedes amigos lectores del Informativo Huachos.com a seguir conociendo y contando a sus descendientes ya que esta es la única forma que hará posible que estas historias no se dejen al olvido. Queremos un pueblo muy bien descrito, no un pueblo perdido en la otra dimensión.
Los lugareños de esta zona de la serranía chinchana, cuentan que en los tiempos pasados, un grupo de ganaderos se agrupaban y realizaban la ancestral costumbre de la herranza, al ritmo de la gran orquesta y los corneteros, donde los ganadero rendían tributo a la pacha mama y al taita jirca (padre cerro), para pedirles que bendigan a su rebaño, su siembra y se llevaba a cabo al ritmo de la tinya, tradicional y ancestral instrumento, similar a un tambor pero más pequeño, hecho con piel de venado o el zorro y los cantos en quechua y el acompañamiento de la wacra (corneta) instrumento hecho de cuerno de toro.
Cuentan que la herranza comenzaba con la llegada de la orquesta, y los corneteros, luego se iban formando los danzantes o huancas, que eran los domadores de las vacas y los toros bravos.
Los organizadores de la herranza, se agrupaban entre varios criadores, donde todos podían juntar un centenar de lindas vacas lecheras y muy gordas y otro tantos de caprinos y ovinos que les daban de comer a su gente, con su leche y la rica y fresca carne todo esto en la estancia de Yuraqcancha, que era un lugar de uno de los ganaderos, allí se organizaban todos juntos, donde los huancas bailaban sobre su sitio o correteaban con zapateos ágiles y menudos, alzando la bandera peruana y los otros también los hacia levantando los brazos al ritmo de la música del Santiago.
Ocasionalmente, lanzaban guapidos y frases irónicas sobre la fortaleza de los danzantes. Ellos no se detenían ni siquiera durante el ritual central de la herranza para hacer sus bromas.
También se realizaba un emparejamiento o casamiento, para ello elegían la mejor hembra y el mejor macho de la manada luego la huanca los sujetaba hasta que se cayera cubriéndolos con una poñuna (frazada), en señal de un casamiento simbólico, colocándolo un collar de frutas para la hembra y para el macho otro similar.
Las cintas que colocaban a los animales eran de diversos tipos, algunas eran de seda otras de lana. También había las llamadas peruanitas, de colores blanco y rojo.
Los lugareños cuentan que uno de los ganaderos, tenía una vaca mocha de color blanco con machas media naranjas y pequeñas chispas de color negro, se llamaba yauyina, esta vaca era un animal inteligente, apenas oía el sonido de la corneta se escapaba raudo hacia la cumbre de los cerros, allí detrás de los pedregales estaba atenta. También se iba por el río cuesta abajo, para ella no existía peligro en su andar.
Cada vez que iban a buscarla yauyina embalaba a otro lugar, era la vaca que hacía que la fiesta de la herranza se prolongara más días, era muy difícil de agarrarla, las huancas padecían para atraparla, era muy dificultoso también por que la vaca era mocha y no tenía cuernos unos años después la yauyina tuvo su ultimo crio, un día cuando retornaba del corral de leche chauna, en su afán de comer unos pastizales que había al borde del camino, se resbaló y cayó al abismo, rodando unos 500 metros hacia el precipicio, era un momento espantoso y de sentimiento intenso.
El dueño con triste casi con llanto en los ojos se dirigió al lugar a constatar a la pobre vaca, cuentan que estaba tirada en el zanjón agonizando. Néstor el dueño de esa ganadería, retornó y fue nuevamente arreando su becerro para que tomara la leche por última vez, de la ubre de su madre (la vaca).
Al sentir a su crío muy cerca la vaca intentó mugir, pero estaba en agonía, tenía que ser sacrificada en seguida, el becerro pequeño aun intentó mamar parece que se daba cuenta que su madre agonizaba.
El ternero después de mamar la ubre, se alejó unos pasos, se dio la vuelta y desde ese lugar dio unos mugidos y con la mirada triste observaba a su madre; al lado había un niño era pequeño aún, él cuenta que su corazón se rompía de pena.
Dicen que, entre las huancas había un morador muy aficionado a la herranza, a él le decían FCH, un hombre sin duda controversial, un capeador de toros de tradición, que en alguna época llenara la herranza más importante del distrito.
Hasta lograr sujetarse en los puntiagudos cuernos del animal, hasta marearlos, luego el toro caía al suelo, entonces allí aprovechaba en poner las marcas o huellas con un fierro caliente sobre la parte superior de la cadera, eran las siglas del dueño de los ganados.
Dicen que éste corajudo huanca dejó de capear al toro por un accidente, el cuerno del toro se incrustó en el estómago.
Tal es así que afectó el intestino. y así como estas, muchas vicisitudes más cuentan que pasó para ser figura de las herranzas, creo que era un copiador de sentimiento.
Alejo era el hermano menor, también era un valiente capeador, los que se recuerdan de él cuentan que también, le sucedió una cornada terrible, el cacho puntiagudo del toro se le introdujo en el muslo.
Durante el tiempo que duraba la herranza, los participantes llevaban puestas las wallcas sobre el pecho, bailaban en torno a los animales, bebían el chamiscohol, también el vino abundaba en esta herranza también sentían un exquisito aroma que se expandían de los enormes ollas, donde preparan la patasca o guisos variados para todos los comensales, mientras la mujeres cantaban, todos bailaban, bebían en un ambiente de comunidad estrechando los lazos entre la familia.
Los encargados de poner las cintas siempre eran mujeres. Pueden ser también los jefes de familia, los patrones o encargados de la comunidad (varayoc). En esta costumbre de la herranza las mujeres entonaban canciones irónicas sobre la escasa fuerza física de los muchachos, donde la fiesta es muy extendida y amena.
Ya sobre el final de cintayok, las familias principalmente las mujeres preparan su manta con golosinas, entre ellas frutas confitillos, caramelos; el ganado estaba lista para salir del corral, mientras los animales avanzaban las mujeres iban lanzando las golosinas, sobre los animales; los participantes iban por el otro lado recogiendo al ganar, este suceso era parte apreciable y colorido de este festejo con la que la fiesta de los animales culminaba.
Luego hacían el pago a la madre tierra, el huanca llevaba sobre sus espaldas el quipe, que vienen a ser los víveres con las que se hacían la ofrenda a la madre tierra, ese lugar lo llamaban (señal).
La fiesta finalizaba con el pago o tributo a la madre tierra, en el cerro más cercano. Ese tributo lo hacían con hojas de coca, aguardiente, cigarros, cintas usadas y pedazos de las orejas de los animales, frutas, golosinas, confitillos entre otros.
Luego retornaban bailando por los cerros alegremente hasta llegar a la estancia, allí se despedían entre chamiscoles, bailes llantos hasta el año siguiente.
Chincha, diciembre del 2017.
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