HUANCAVELICA -
Tiene como protagonistas estelares la corridas de toro, caminatas desde la cúspide de un cerro con cruces que imitan al mismo Jesús, y cuyo broche de oro es el destello de fuegos artificiales que emanan de un inmenso castillo, contorneado de manos unidas al ritmo de danzas autóctonas: así son las Fiesta de las Cruces.
Con una costumbre que fue traída por los primeros colonizadores españoles, los barrios Yananaco, Ascensión, San Cristóbal y Santa Ana se preparan con ahínco para la apertura de la fiesta. Los cerros de “Cruz de Pata” son el punto de partida, de donde bajan grandes cruces, siendo la del Señor de Potocchi la más grande.
Luego, los encomendados a realizarlo, se debe traer a los toros más bravos de las ganaderías más reconocidas de la zona, para lo cual cuentan con la ayuda de un nativo especialista en ello, el cual, utilizando una corneta en plena plaza, dan un pitillo a aquella como forma de anunciar la llegada de los aquellas increíbles bestias.
Es así que,
durante los seis días que dura aquel evento, algunos pobladores, estimulados por licores de su tierra, desafían a los toros. Sin embargo, siempre hay un experimentado en aquellos menesteres para que la fiesta siga sin complicación alguna. Y la comida está por todas partes y de la mejor calidad como el cuy o la pachamanca.
Sin embargo, la fiesta culmina en el momento en que fornidos oriundos vuelven con las cruces al lugar de origen de aquellas, y que, no obstante, al llegar el pueblo los espera con un ingente castillo que expulsa colores plata, rojizo y demás tonalidades bajo el cielo estrellado.