CONSERVANDO LA TRAZA URBANA TRADICIONAL
La ciudad, como creación del hombre, es un organismo vivo, con alma, es la expresión urbana más importante de proceso vital de la civilización. Nace y crece, se forma y transforma, se construye y destruye, es pasado, presente y futuro. La ciudad, es el reflejo del hombre y la sociedad que la habita, por lo que no podemos entenderla simplemente como producto de un hecho técnico o estético, es esencialmente un acontecimiento social e histórico.
En esta época de destrucción y cambio, la ciudad va perdiendo lo que tiene de importante y representativo, sus recuerdos, su testimonio histórico, sus peculiaridades matices y valores culturales. Debe ser motivo de preocupación, la silenciosa indiferencia de muchas autoridades responsables de la ciudad, que no guardan el más mínimo respeto por conservar la trama urbana antigua llena de tradición histórica.
Tipica calle huachina.
Es especialmente alarmante, en los pequeños poblados perdidos en lo más profundo de nuestro territorio, también ellos mantienen en su conformación urbana y arquitectura modesta, una identidad cultural propia una historia que contar. Lamentablemente, si no se entiende lo que representa este mensaje del pasado, poco o nada podemos esperar que restauren y conserven sus monumentos.
Los centros urbanos, aun los más pequeños, en su diversidad arquitectónica mantienen valores propios, eternos, es la representación del alma de la colectividad de la ciudad. La personalidad de cada uno de estos espacios está definida por una particular arquitectura de conjunto, que, como respuesta a determinadas condicionantes se manifiestan en aspectos formales, en la decoración, el color, el lenguaje de proporciones y volúmenes.
Nuestro país conserva aún, poblados con antigua traza urbana y arquitectura tradicional, en la mayoría de los casos, organizados alrededor de un espacio simbólico central o Plaza Mayor y conformados principalmente por una edilicia popular, todas ella de la misma valía como componentes de la ciudad. Estos poblados, unos más antiguos que otros y no pocos de origen virreynal, mantienen elementos propios que integran la historia de la ciudad y forman parte de su característica y particular identidad ciudadana.
La degradación de la ciudad empieza con la alteración del paisaje urbano en calles y plazas, insertando volúmenes extraños fuera de escala, ajenos a su propia realidad paisajística, reemplazando la tradicional por una arquitectura “moderna” fuera de contexto y disonante con lo antiguo, por el solo hecho de imitar realidades contextuales diferentes. Edificaciones de concreto con enchapes de cerámica, vidrios polarizados con perfiles de aluminio, techos planos en zonas lluviosas, calles, antes adoquinadas, ahora cubiertas de cemento.
En los centros urbanos menores se hace mucho más difícil esta toma de conciencia. Sin normas que respetar o reglamentos que aplicar se viene perdiendo este perfil urbano tradicional. El recuperar los centros urbanos antiguos, conservarlos y mantener activo la tradición y en mensaje que representan, con su viejo trazo de calles empedradas, sus plazas y plazuelas de ingenua belleza, sus iglesias de barro con torres sin campanas, su arquitectura popular de pórticos y balcones coloridos, evidencia vida de un pasado que se vuelve historia, se convierte hoy en responsabilidad pública colectiva.
Es la “modernidad” constructiva un factor determinante en su transformación y cambio, por lo que les corresponde a los propios habitantes tomar conciencia de los valores singulares y particulares de su localidad como conjunto urbano tradicional, reconocer su arquitectura local como significado existencial como vínculo entre el presente y el pasado.
La administración municipal, la más cercana al sentir de la comunidad es la que debe encargarse de formar y alentar estas virtudes cívicas en la ciudadanía, hecho fundamental para la toma de conciencia de su realidad arquitectónica. Sin duda, esta reflexión consciente debe ser el primer paso y el más importante para la conservación del casco antiguo de la ciudad, con su ornamentación e historia; historia que no solo debe quedar como memoria, evocación o recuerdo, debe ser construido con elementos reales tangibles a partir de las obras que sobreviven y perduran.
Los gobiernos locales, en la mayoría de casos, sin criterio técnico, estético, o ético, desconocen su responsabilidad de salvaguardar los valores de su patrimonio Urbano-arquitectónico, fomentando la destrucción de inmuebles y ambientes tradicionales. No es esto producto necesariamente de la ignorancia de las autoridades, sino, el juicio del valor que tiene de lo antiguo y del convencimiento de que, lo que destruyen son cosas viejas, y lo “moderno” debe reemplazar lo que se vota, sin la sensatez suficiente para entender, que lo que se pierde tiene más valor que lo que sustituye.
Es la autoridad del lugar, el instrumento más importante y a la vez único, capaz de garantizar la integridad y autenticidad de la historia urbana y su permanencia en el tiempo, es el garante para llevar a cabo la gran tarea de prever el crecimiento ordenado de la ciudad, impedir las malformaciones que la gran sin razón pueden afectar la estructura urbana tradicional, y devenir en la destrucción más absurda de su arquitectura y sus espacios antiguos. Debe ser, también, inteligente, para aceptar la modernidad dentro de su natural evolución y desarrollo urbano, con todo aquello que implica su propia dinámica social, con sus defectos y virtudes.
Si se destruye, se deforma o se transforma los componentes de la estructura primigenia, con una nueva concepción urbana, será imposible, para el propio ciudadano, comprender y entender la historia de su ciudad y a su gente. Pero también es peligroso para la ciudad, los responsables de cuidarla y engrandecerla, sin proyectos necesarios, coherentes, planificados y contextuales. Sin asesores idóneos o arquitectos realmente preocupados por mantener la historia y la identidad urbana de la ciudad, se creen con la obligación de gastar por el simple hecho de hacer obra, desarrollando construcciones sin razón, monumentos huachafos, edificios chocantes, sin importarles destruir lo poco que les queda de su traza original y su edilicia base.
EL PUEBLO QUE NO AMA NI RESPETA SU HISTORIA Y TRADICIÓN COMO COMPONENTE DE SU IDENTIDAD CULTURAL LOCAL, CARECE DE DIGNIDAD Y ORGULLO.
Diciembre del 2014
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