El Ministerio de Economía y Finanzas ha reconocido que estamos formalmente en recesión. Todo indica que el panorama de nuestra economía no pinta bien, no solo para este año, sino también para el próximo.
¿Cómo se están planteando las propuestas para salir del hoyo recesivo e iniciar una recuperación de la economía? Por supuesto, una de las propuestas es destrabar todos los proyectos que se puedan. En ese planteamiento, nuevamente, la minería aparece como un sector clave.
Además, esto va de la mano con todo el discurso empresarial que hemos escuchado de manera sostenida en los últimos meses, incluido en el foro del Perumin en Arequipa, el pasado mes de septiembre. Bajo el argumento de la “tramitología” excesiva, apuntan a que se reduzcan aún más los estándares y regulaciones ambientales y sociales. En realidad, esto no es ninguna novedad, ya que cada cierto tiempo el empresariado, principalmente el minero, nos tiene acostumbrados a campañas y fuertes presiones para que las políticas y las instituciones se ajusten a sus intereses.
Pero lo que no se quiere reconocer es que las inversiones mineras muestran un menor dinamismo por diferentes factores, tanto externos como internos: la situación que vive la economía global, con conflictos bélicos en curso; alzas en las tasas de interés que elevan el costo del financiamiento; y economías como la de China, las de la zona euro, etc., que siguen sin recuperarse. Se puede afirmar que lo que algunos definen como el mundo avanzado, hoy en día, está en recesión industrial.
Entre los factores internos, un elemento clave es la composición de la propia cartera de proyectos de inversión en minería. Cuando uno ve las estadísticas del Ministerio de Energía y Minas y se compara la cartera de proyectos que tenemos en la actualidad con la que teníamos hace unos años, hay cambios sustantivos. Antes se contaba con una decena de proyectos con yacimientos de clase mundial (por los montos de inversión comprometidos y lo que significaban como aporte a la producción global), como Las Bambas, la ampliación de Cerro Verde, Quellaveco, entre varios otros, que representaban varios miles de millones de dólares de inversión y un aporte importante al PBI. Bastaba que uno de esos proyectos se concretara para generar un dinamismo importante en la economía del país.
Hoy en día la cartera de proyectos de inversión minera ya no cuenta con ese tipo de proyectos, salvo alguna que otra excepción. Las principales inversiones comprometidas tienen que ver con ampliaciones de proyectos que ya están operando, como es el caso de Reposición Antamina, Ampliación Ilo, Ampliación Toromocho Fase II o Yanacocha Sulfuros, que ha sido postergado por Newmont. El proyecto más importante que figura pendiente desde hace más de dos décadas es La Granja (US$ 5000 millones de inversión) el cual, por su compleja composición geológica, hasta ahora una empresa de talla mundial como Río Tinto no ha podido poner en marcha.
Por lo tanto, en este contexto habrá que observar con atención la evolución de las inversiones mineras y, sobre todo, los posibles retrocesos en materia de regulación ambiental y social. Lo que puede terminar siendo contraproducente para la propia actividad minera, ya que, con seguridad, va a reactivar varios conflictos que siguen estando latentes.
Fuente: CooperAcción
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