Cubierto bajo el manto de la corrupción, la desidia y el engaño.
Oswaldo Carpio Villegas - Profesor en Marketing Político
La lectura de mensajes en las redes sociales confirma lo dicho por las encuestas nacionales. Los peruanos de todos los sectores sociales, de todos los géneros y edades no creen ni en las instituciones y menos en los dirigentes que fungen de líderes. O sea, estamos ante el ocaso de instituciones y líderes.
El mundo se encuentra en una era de cambios. Estamos en el inicio de la III Revolución Industrial -la sociedad del conocimiento, la fusión del mundo digital y la electrónica- y ya se está avanzando en la IV Revolución Industrial que implica el desarrollo de las modernas fábricas robotizadas y el inicio de los robots inteligentes en reemplazo del trabajo humano.
Estos cambios en el mundo han originado una nueva fase de anomia, -el fenómeno conceptualizado por Emile Durkheim, uno de los maestros fundadores de la sociología moderna que explicó esa incapacidad para sostener un orden, una estructura social y ética en un período de grandes cambios-. Algunos se aferran dogmáticamente a sus viejas creencias como el islamismo extremista que defiende su visión del mundo con extrema y despiadada violencia; otros, critican las normas establecidas pero no están aún en capacidad de proponer un nuevo orden. En medio de esta crisis las instituciones naufragan y los liderazgos sucumben. Los líderes de América Latina y del mundo son acusados y defenestrados por una corrupción gigantesca y transversal.
Los ciudadanos han perdido la confianza, consustancial para asociarse, tener objetivos comunes y alcanzar el progreso.
En el Perú, la desconfianza se toca con las manos. En las últimas elecciones, como viene ocurriendo en los últimos procesos electorales, los ausentes al sufragio, los votos en blanco y nulos, suman más de un 35% del número de electores: 7’561,811; es decir, 1’446,738 personas más que los votantes de la candidatura que ganó la primera vuelta.
En estudios publicados recientemente, las cuatro instituciones que mayor confianza generan entre los peruanos, encontramos a la familia, la escuela, la Iglesia Católica y las FF. AA. Hemos llegado a uno de los puntos más bajos en el grado de confianza y la mayoría no cree en los gobiernos, el Congreso de la República, el Poder Judicial, la prensa, los partidos y los políticos.
La familia es el núcleo básico de las relaciones humanas unidas por filiación y consanguinidad. Pese a la crisis de la familia, los peruanos confían en su familia, a ella se aferran. Asimismo, confían en la escuela, ese espacio formado por estudiantes y profesores en el que se aprende y se socializa. La Iglesia Católica que se encuentra en el Perú más 489 años pese a su papel en la conquista genera confianza. Las FF. AA. bajo su responsabilidad se encuentra la seguridad nacional genera, también, sentimiento de confianza.
¿Es posible, partiendo de la familia y de la escuela, iniciar un camino de fortalecimiento de la confianza en el país? Sí. Es imperativo tomar decisiones. Los maestros son los líderes de millones de estudiantes; están con ellos a diario, transmiten conocimientos y valores morales y conductuales que fortalecen hábitos y costumbres. La escuela es el factor decisivo en el país no solo por la competitividad y la calidad de vida inmediata sino, también, por la mediata y futura.
Fuente: Centrumaldia