Un estudiante del Colegio San Cristóbal de Huachos.
|
Por: Ferrer Maizondo Saldaña
|
Romelia Altamirano Esteves, fue una destacada maestra huachina. Maravillosa madre. Sindicalista consecuente. Generosa. Gran persona. De profunda sensibilidad estética y social.
Una verdadera intelectual. Reflexiva por vocación y profesión. Apasionada con la Filosofía y las Ciencias Sociales. De conversación amena. Socrática. Solía repetir siempre: “No puedo enseñar nada a nadie, solo puedo hacerles pensar”.
Como educadora supo dar la mano y los conocimientos necesarios a los alumnos para que comprendan que en los últimos tiempos ya no hay camino sino estelas en la mar, y había que saber enfrentarlos porque la mar es inmensa, tempestuosa e impredecible.
La dedicación, la emoción y el buen humor eran sus fieles compañeras día a día, semana a semana, mes a mes en cada una de sus sesiones de aprendizaje. De didáctica impecable. Experta combinando saberes, técnicas, actividades y estrategias.
Respetuosa y respetada maestra. Con inmensas ganas de vivir, de trabajar, de disfrutar. Intentando descubrir nuevos horizontes. Visionaria. Embarcada con valor, sencillez y coraje en los sueños e ideales de un mundo diferente y ajeno a la mezquindad, la soberbia y la miseria.
Romelia Altamirano fue una maestra de espíritu libertario. Solidaria. Digna en pensamiento, palabra y acción. Defendiendo los derechos del magisterio siempre estuvo en primera fila.
En la Casa del Maestro su voz era una constante en los debates del gremio. Una voz de protesta y de propuestas. Su visión política e ideológica generaba fuertes discrepancias con los directivos. Pero ella siempre fiel a sus principios sindicalistas estaba adelante, cogiendo la banderola, marchando por las principales calles de Chincha, arengando al SUTEP. Ni un paso atrás. Sufría, protestaba ante algunas traiciones, negociados y enjuagues de malos dirigentes, pero jamás desmoralizaba. Consecuente a toda prueba. Luchadora en todo momento. Sindicalista responsable con justa razón.
Romelia Altamirano una Maestra que siempre inspira. Sus alumnos (as) de los colegios San Cristóbal de Huachos y Santa Ana de Chincha la recuerdan con mucho aprecio, con brillo agradecido en los ojos.
Es una referencia moral y ética permanente de sus discípulos. Una educadora que en todo momento tenía el tino para compartir saberes, la paciencia para escuchar, la inteligencia para compartir conocimientos, el coraje para defender sus derechos y el bueno ánimo para narrar las experiencias de la vida.