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_ ¡Oh! ¿Qué haré contigo?
Resignada murmuró, la apenada novia recién casada, descendiendo las estriadas gradas pétreas, de la iglesia pagana de aquella secreta ciudad sitiada por eucaliptos.
El embelesado y errante Cactus, prosternado besó sus secretos piececillos e imploró.
_ ¡Llévame contigo!
_ ¡A dónde voy, no existe espacio para la ilusión! Balbucearon sus angustiados labios dejando caer una púrpura flor.
_ ¡Cuélgame desde tu esférica lumbrera! Estremecido y anegado en llanto suplicó.
_ ¡Solo deseo estar a tu lado eternamente! Apenas murmuró proféticamente.
Compartieron los días y las noches, inevitablemente felices. Allá en los jardines azules, sobre el célebre sepulcro de ambos, al alborear cada catorce de febrero, el místico Cactus obsequia una asombrosa y púrpura flor, esculpiendo un ornamental corazón de carne, cuyo bálsamo infunde suerte a los visitantes desposados por conveniencia.
@davidauris |
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