Distrito de Tantará, provincia de Castrovirreyna, departamento de Huancavelica.
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Por: Esteban Saldaña Gutiérrez
Ingeniero Industrial
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PUBLICADO 08-09-2016 | Las casas en Tantarà son en su mayoría hermosas, grandes, espaciosas, de adobe y techo de tejas, con patio y jardín interior, con balcones de madera. La casa del abuelo Nicolás no escapa a esta descripción, queda en la esquina de la pampa florida, separado del estadio solo por un arroyuelo, que nace en el puquio Ornucacc, que en antaño proveía de agua a los “pampinos”.
Por la puerta principal, la que da a la pampa, se ingresa a la salita, que tenía piso de tierra y se encontraba desprovisto de todo tipo de adornos, contaba solo con bancas de eucalipto, cubiertos por pellejos de carnero a modo de cojines y una cola de vaca que servía como colgador de peines. Una pequeña entrada, sin puerta y cubierto por una cortina de tela, separaba el dormitorio principal, que estaba compuesto por tres camas, una máquina de coser y un baúl, donde guardaban galletas y caramelos, que mi tío Demetrio enviaba para “Ostavito”, el último de sus hijos que vivía con los abuelos. Del dormitorio, una puerta regular nos invitaba a pasar a un patio grande, reino de patos y gallinas, servía además de tendedero. A un costado una huerta grande, circundada por un arroyo, donde sembraban cebolla china, ají, perejil, manzanilla y otras especerías, que mamá Conce usaba en la cocina. Había también una frondosa planta de Capulí rellenita de frutos.
Cruzando el patio estaba la cocina, con una mesa regular y tablones de madera a manera de sillas. Al fondo el fogón y sobre ella la “chaclana” con hermosos quesos, en la pared la callana, tostadora de cancha. Del techo colgaba una canasta donde se guardaba los platos, cucharas y otros utensilios. Una maquinita de moler maíz para la machca y un batan verdoso de tamaño regular completaba lo necesario.
Entre la cocina y la despensa Papá Nico había acondicionado una conejera, que contaba con tuneles pequeños, pasadizos interiores, donde los conejos se escondían, jugaban y dormían.
Pasando se encontraba la despensa, que era grande, lóbrega, oscura, se andaba casi a tientas. Allí, en uno de los lados se guardaban los aparejos y caronas de la caballería: al costado lampas y barreta junto el arado y el yugo. AL otro lado los alimentos del año, los tubérculos distribuidos en colcas, para que no se malogren y mantengan su sabor. Los granos en costales. El charqui guardado en redecillas que colgaban del techo. Allí, en esa oscuridad, reposando sobre adobes subsistía un antiguo y envejecido baúl. Un día, empujado por mi curiosidad infantil, buscaba y rebuscaba algo, había de todo allí, chucherías y también encontré varios libros, gordos, gruesos, llenos de polillas, con paginas amarillentas. Me senté sobre una carona y empecé a hojear, luego a leer y después a releer. Había encontrado mi primer libro titulado La cabaña del Tío Tom de Harriet Beecher Stowe, donde narra las penurias de la esclavitud en los EEUU.
No me despegaba del libro. Mamá Conce me llamaba para invitarme cancha con queso o papita con la deliciosa cuchupa. Pasayña taytay, auriqui mamay, le contestaba. Pajarinmi cutimusajj, manacha, mana jamuspaijayja, mamayta ninqui, chay Estebancito jamuchun, acompañahaumpacc, ya mamay, auriqui taytay. (Anda ya papacito. Ya mamà. Mañana vengo, sino le dices a mi Mamá para venir, para que te acompañe, asì le va a decir). Todo para seguir leyendo y terminar el libro, como lo hice.
Ese libro me acompaña siempre, en mis recuerdos y en mi pensamiento. La novela trata sobre la esclavitud, abusos y crímenes perpetrados en el país del tiò Sam, que fueron denunciados por escritores para crear conciencia y superar esas atrocidades, como efectivamente se logró. Aquí en el Perú esos abusos subsisten, ya no en forma de esclavitud, sino de otras maneras y formas. Los escritores que denuncian estos crímenes son ridiculizados y tildados de rojos, caviares, terrucos y los abusos continúan y continuarán. Para perennizar los abusos, atropellos, y arbitrariedades está la TV basura, que siguen idiotizando a nuestra población, para votar y apoyar a nuestros propios verdugos.