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PUBLICADO 08-10-2023 | Cada vez estamos más convencidos de que la educación debe enseñarnos a ayudar a los demás. De esta manera, creo que nuestra vida tendría más sentido, como lo asumió en su momento el famoso caballero de los mares, Miguel Grau Seminario, al ofrendar su vida por nosotros, un 8 de octubre de 1879, en una absurda guerra que iniciaron los líderes de dos países hermanos, Chile y Perú.
Más allá de la gesta heroica de Grau, me enfocaré en valorar sus ideas pedagógicas a partir de sus cartas que han sido declaradas, Patrimonio cultural de la nación peruana. Estas trascienden al tiempo y las circunstancias, lo que ha hecho de la figura de Grau, un personaje de inspiración educativa transformadora para las nuevas generaciones.
Grau fue un visionario con sus acciones e ideas en pro de la convivencia humana centrada en la educación y la democracia. Abogó por los valores fundamentales de justicia, solidaridad y amor por la patria, sobre todo por las personas más allá de nacionalidades, cuando escribe una emotiva carta de condolencias a la viuda del capitán chileno, Arturo Prat. Inusual gesto que fortalece la identidad humana, dado que las guerras son circunstanciales, pero el amor humanitario es trascendental.
Actualmente, recordamos su inmolación con múltiples conmemoraciones, sin embargo, considero que el mejor tributo a su sagrada memoria, es vivir en armonía con nuestros vecinos y cooperar en la construcción de un continente más fraterno, mediante un currículo educativo que aglutine a todas las personas con una visión compartida bajo el ala de la democracia.
En esta transformación, una de las funciones de la educación es enseñar a perdonar a los demás. Grau lo demuestra en una de sus cartas, al suplicar perdón a su esposa por si le haya ofendido intencionalmente. Esa humildad de reconocer sus errores es otro legado que podemos esgrimir como la pedagogía del perdón, para mirar en común un futuro esperanzador olvidando las heridas del pasado.
Asimismo, en esa carta, Grau, el peruano del milenio, le encarga a su esposa que eduque a sus hijos y dice, “pedirte atiendas con sumo esmero y tenaz vigilancia a la educación de nuestros hijos idolatrados”. En estas líneas, Grau, está encargándonos una descomunal tarea al estado, al sistema educativo y a los maestros, la de brindar más educación a todos, porque que tal vez si hubieran educado a toda su generación no habría acudido a su trágico destino.
Finalmente, Miguel Grau nos encomendó educar a todas las personas, cultivando la mente y corazón capaz de vivir en armonía y de esta forma, evitar las absurdas guerras que esperemos nunca se repita, pues el amor al prójimo superan los patrioterismos de fronteras.
© David Auris Villegas. Escritor, columnista, pedagogo peruano y creador del ABDIV
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