La carrera de Trintignant fue tan larga y propicia que empezó en los años de la Nouvelle Vague y apuró su penúltima estación en una de las películas más destacadas del cine europeo del siglo XX. Y Dios creó la mujer, de Roger Vadim (1956), popularizó su cara a la sombra de Brigitte Bardot, que tuvo en aquella película la plenitud de su fama. 56 años después, Trintignant protagonizó Amour, de Michael Haneke, con el que ganó el Premio César a la mejor interpretación del año 2012.
Entre un extremo y otro, Trintignant se convirtió en el hombre que registró en su piel las obsesiones de la cultura europea de su tiempo: en Il sorpasso (La escapada), de Dino Rissi, descubría junto a Vittorio Gassman la ligereza del nuevo mundo que asomaba en 1960. En El conformistase enfrentaba a los demonios fascistas de Italia. En Z, era un héroe de la izquierda de los años 70, perseguido por la CIA. En Un hombre y una mujer, de Claude Lelouch descubría nuevas formas de sexualidad y la quiebra de la familia convencional. En Tres colores, rojo, de Krysztof Kieslowski, se asomaba a la nueva Europa del pesimismo y las migraciones...
En 2003, Trintignant recibió un golpe personal que detuvo su carrera durante casi una década: Bertrand Cantat, el cantante de la banda de rock Noir Désir, asesinó a la hija de Trintignant, la también actriz Marie Trintignant, tras una discusión de pareja.
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