Por: Luis E. Forero Medina Abogado/Especialista en Saluderecho |
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Hace 88 años en Colombia no se le permitía a la mujer elegir una carrera profesional, teniendo como única alternativa casarse o seguir solterona, o resignarse a ser amas de casa, como sus abuelas, bisabuelas, etcétera; eran invisibilizadas, como un cero a la izquierda, y si acaso las que residían en los poblados terminaban bachillerato o Escuela Normal para desempeñarse como maestras de escuela oficiales o en colegios privados.
Pululaban los prejuicios y por tanto la discriminación hacia ellas, lo que lamentablemente subsiste en nuestra civilización, en donde la mujer continúa siendo sinónimo de desventaja, y tienen menos oportunidades frente a los varones.
En Europa en el siglo XIV en las universidades para varones aparecían letreros como el siguiente:
Ya que la mujer es la razón primera del pecado, el arma del demonio, la causa de la expulsión del hombre del paraíso y de la destrucción de la antigua ley, y ya que en consecuencia hay que evitar todo comercio con ella, defendemos y prohibimos expresamente que cualquiera se permita introducir una mujer, cualquiera que ella sea, aunque sea la más honesta en esta universidad (Universidad de Bologna, 1377).
2022, el gobierno de Afganistan expulsa a las mujeres de los estudios superiores.
Era una forma de violencia contra la mujer. Este oscurantismo que arrancó en el siglo XII con la apertura de las primeras universidades en el Viejo Continente, duró tres siglos más, para permitir a la mujer compartir bancos universitarios en cursos cuya mayoría eran varones. Registra la historia que, en 1678, Elena Lucrezia Cornaro Piscopia fue la primera mujer del mundo en doctorarse en Filosofía, en la Universidad de Padua (Italia). Dos siglos después las universidades de América Latina, empezaron a considerar el acceso de la mujer en 1880 especialmente como aspirantes a médicas, en principio en Argentina, Brasil, México y Chile. De manera lenta se fueron abriendo las puertas de la educación superior en carreras típicas de las damas: enfermería, educación, psicología, terapias y trabajo social.
En Colombia el camino comenzó a allanarse hacia 1934 cuando en el Congreso de la República se radicó un proyecto de ley para que las mujeres pudieran ingresar a la universidad en igualdad de condiciones que los hombres; iniciativa que, pese a que tuvo opositores, salió adelante y significò con el tiempo disminuir considerablemente el analfabetismo de las mujeres que en 1938 era del 60%, frente al 2.8% que se registró en 2018. Cuando se aprobó la ley, decenas de mujeres salieron a la calle “con bombos y platillos”, se había logrado una conquista fruto de caminos llenos de piedras.
Varios instrumentos internacionales han forzado a que las naciones cambien su política de mayor presencia y facilidades para que la mujer ingrese a la Universidad: en 1979 se dicta la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, adoptada por las Naciones Unidas, el CEDAW (Convention on the Elimination of All Forms of Discrimination against Women), el tratado de derechos humanos más importante para las mujeres. En 1995 se dio a la luz La Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, tenido como el plan más progresista que jamás ha existido para promover los derechos de la mujer.
En Colombia, la Universidad de los Andes se convirtió en una de las pioneras tanto del inicio de la educación superior como el de abrir las puertas a la mujer; el 16 de noviembre de 1948, Mario Laserna (1923, Parìs-2013, Ibagué, Colombia) y otros jóvenes escogieron un lugar en el centro de la ciudad en el barrio Germania, para materializar la idea que traían de Europa de institucionalizar la Universidad en el país. En su caso escogieron un sitio “en las faldas de los cerros orientales de Bogotá, donde funcionaba un asilo para mujeres con desórdenes mentales y que estaba lleno de cabras.”. Hoy esa institución universitaria que tuvo el honor de tener al científico Albert Einstein (1879 Ulm, Alemania-1955, Princeton, Nueva Jersey, Estados Unidos) en el consejo internacional, ocupa el puesto 6 de las mejores universidades América Latina.
2017
La Facultad de Ingeniería Industrial fue fundada en 1963, carrera denominada hoy Ingeniería Civil y Ambiental, ICYA. La ingeniera Luz Marina Anaya, que en 1972 ingresó a la Universidad de Los Andes, no atravesó propiamente un camino de rosas para acceder a la educación superior; cursó sus estudios representando una minoría que se abría paso con unos varones de acentuado tono machista. Superando todas las barreras, logró coronar con laureles su carrera el 25 de febrero de 1977 como Ingeniero Industrial de la Universidad de los Andes, convirtiéndose en una de las primeras mujeres Ingenieros Industriales. Rememorando su trayectoria profesional nos contó que “Al principio me costó mucho trabajo conseguir mi primer empleo en producción porque era una mujer y las mujeres ingenieros no tenían mucho chance de trabajo. Finalmente encontré un empleo en una fábrica de textiles porque el Gerente de Recursos Humanos era una mujer y el Gerente de Producción tenía ya como Ingeniero Químico, una mujer y tenía una muy buena experiencia con ella.”
Ese “mucho tiempo” , realmente fue solo un mes después de egresada; agregó la ingeniera Anaya, “pero para mi era mucho tiempo. Ahora que lo pienso no fue mucho, tan solo 1 mes. Pero para mi era mucho...”.
Continuando narrando su experiencia laboral, nuestra compatriota, Luz Marina Anaya Carvajal, una de las financiadoras del portal Huachos.com, nos compartió que “Después de haber trabajado 1 año en la fábrica, ya no tuve problemas en encontrar otros empleos. Mi experiencia y el hecho de que era egresada de la Universidad de los Andes me ayudaron mucho.”
@luforero4
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