Como conjunto urbano, va indisolublemente unido a sus edificaciones, uno de los grados más elevados, dentro de las manifestaciones culturales del ser humano. Las obras de arquitectura, con el transcurrir del tiempo se van fortaleciendo y consolidando como objetos heredados y testimonios de una época,  convirtiéndose en realidad histórica y documento inapreciable, en relación al significado simbólico que representa para sus ciudadanos.

Es sumamente importante para la memoria colectiva, fortalecer y enriquecer el valor histórico de la ciudad, teniendo a la arquitectura como un instrumento esencial de comprensión e interpretación del comportamiento de las sociedades que la edificaron y habitaron: sus espacios, sus colores, sus formas, sus  proporciones, los materiales utilizados, y sus técnicas constructivas.  Éstos, constituyen componentes  particulares, que interpretados correctamente, nos transmiten información  trascendente de nuestros antepasados, la cual se hace necesaria y es obligación de todos preservar. 

Las obras de arquitectura, con los años adquieren valores esenciales para los pobladores que deben ser entendidas como parte de su historia e identidad urbana. Desde el momento que se concluye una edificación,  se le incorpora el factor tiempo, e inicia su etapa de “vida”.  Este tiempo acumulado, se traduce como “tiempo histórico”, cuyo valor está referido a su temporalidad.Debemos precisar entonces, que entendemos cómo “tiempo histórico”, al acumulado por la obra, desde el inicio de su construcción hasta el momento de su contemplación.  El tiempo es un nexo integrador del pasado con el presente. Una obra edificada tendrá mayor valor para el centro poblado y sus habitantes, cuando su  “tiempo histórico” sea más antiguo.

En términos generales, las edificaciones, por la “experiencia acumulada en el tiempo” se convierten en documentos de investigación únicos, irremplazables e irrepetibles, en esto radica su importancia y la necesidad de mantenerlos en su forma más pura.

La arquitectura popular o “arquitectura espontánea”, es la que permanece de pie en la mayoría de pueblos con tradición,  construcciones sencillas con muros de adobe, balcones con balaustres, techos de madera y tejas rojas, zaguanes con portones de colores, que representan la expresión más auténtica y natural de la imaginación popular, características que le otorgan valor, importancia, e individualidad al centro urbano como conjunto,  y es esta individualidad  la que se debe proteger en toda su originalidad.

No es entendible considerar a la arquitectura antigua un estorbo, un lastre o símbolo de atraso.  No debemos construir una ciudad, destruyendo otra, sacrificando el perfil urbano original.  Es posible hacer arquitectura moderna pero sin destrozar la unidad del paisaje urbano ya consolidado, ni la  traza enraizada en la tradición y en el recuerdo;  cada obra construida, mantiene un espíritu y una historia.

Tampoco se debe trasladar la tipología arquitectónica limeña a una ciudad provinciana, hacerlo es una aberración y un contrasentido. Debemos concebir a la arquitectura local, netamente como producto de  factores específicos de cada lugar: su morfología, técnicas constructivas, clima, topografía,  materiales del lugar, idiosincrasia poblacional, son características que constituyen la identidad urbana y las hacen diferentes unas de otras

Es importante entender y sentirnos parte de nuestra Identidad Urbana para respetarla. Identidad Urbana es la identificación más profunda que tenemos los  ciudadanos con nuestro entorno construido, es sentirnos compenetrados con las obras edificadas más representativas de nuestra localidad, es la conciencia que tenemos de nuestro pueblo, como único y distinto a los demás.  Si no concebimos la necesidad de mantener nuestra identidad urbana local como parte de nuestra historia, jamás podremos formar una conciencia ciudadana sólida, puesto que estamos desenraizándonos del pasado y deformando nuestro presente.

Es necesario señalar que las obras con valor histórico deben ser restauradas no reconstruidas, solamente así puede mantenerse su continuidad histórica, su legitimidad como documento invalorable, como objeto de recuerdo;  caso contrario, resulta una falsedad, una imitación burda, con la consecuente pérdida irrecuperable de su significado y originalidad.  En arquitectura, lo que se pierde jamás se recupera, el futuro se construye fortaleciendo las obras con pasado, ninguna merece ser demolida, transformada, o deformada, se debe conservar como conjunto en su forma genuina y pura.

Construir arquitectura moderna es una obligación, pero en sectores previamente planificados para el crecimiento de la ciudad sin destruir el casco antiguo. En caso de ser necesario edificar obras nuevas dentro de éste, deben llevarse a cabo cuidando que armonice con el contexto, es decir, mantener las mismas proporciones, el mismo tipo de carpintería, los mismos materiales, el mismo lenguaje de vanos.   Se debe hacer arquitectura no intrusiva, ni invasiva, sino contextual,  manteniendo la unidad urbana en su estado más genuino y autentico para las generaciones futuras, valores que la conciencia ética nos impone salvaguardar, y que es obligación irrenunciable de autoridades y sociedad civil en su conjunto. Arq. Edgar Santa Cruz Arana