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Pedagogía del desaprendizaje para hacer frente al coronavirus

Habrá en la historia de la humanidad un antes, esta sugestiva experiencia del cual hoy reflexiono y un post coronavirus que transformará profundamente nuestras vidas

Afortunadamente “una población bien informada suele ser mucho más poderosa y efectiva que una población ignorante”.
Afortunadamente “una población bien informada suele ser mucho más poderosa y efectiva que una población ignorante”.

 


Por: David Auris Villegas

Escritor/Pedagogo
https://orcid.org/0000-0002-8478-6738
 

 

No solo eres tú, somos todos. Cobijado bajo la túnica de la esperanza que mañana las estrellas volverán a brillar más intensamente, escribo desde mi trinchera pedagógica. 

 

Habrá en la historia de la humanidad un antes, esta sugestiva experiencia del cual hoy reflexiono y un post coronavirus que transformará profundamente nuestras vidas que, curiosamente quedándonos en casa ya estamos haciendo mucho por salvar nuestro maravilloso planeta y estamos dando al traste esa frase egoísta y tan trillada, “sálvese quien pueda”.

 

Nuestra forma de vivir que habíamos heredado y aprendido cómodamente en la escuela y reforzada en la sociedad, está siendo erosionada y demolida por el coronavirus, por lo que debemos desaprender apresuradamente para aprender con la misma urgencia nuevas maneras de convivir y hacer frente exitosamente al ataque del virus y las asechanzas de otras pandemias del futuro, en un mundo fatalmente impredecible.

 

¿Qué entendemos por desaprendizaje? El término aprender a desaprender probablemente lo acuñó Alvin Toffler. Esta idea incita al sistema educativo, enseñar a desaprender para volver a aprender en otros escenarios. Peter Senge lo resume magistralmente, quizás la única competencia que posee el ser humano para hacer frente a los retos del incierto mañana es, desarrollar rápidamente la capacidad de aprender a desaprender y tornar a reaprender. Desafortunadamente el sistema educativo aún no practica a nivel global, pues atiborramos a los estudiantes con una masa de vanos contenidos que hoy de poco sirve ante un real azote mundial.

 

Durante esta inédita experiencia, la familia, irónicamente relegada a un segundo plano debido a que aprendimos disfrutar voces del atroz consumismo y la salvaje competitividad: “Se el mejor”, “trabaja en equipo”, “disfruta hoy y paga mañana en cómodas cuotas”. Revelémonos y aprovechemos la oportunidad, reivindicándonos en familia como nuestro único bastión de felicidad, reaprendiendo todos a disfrutar las labores del hogar, hacer ejercicios, comer sano y ejerzamos sostenidamente la pedagogía de la resistencia a través de una comunicación sincera y sonriamos en tiempos de coronavirus como un acto de desaprendizaje familiar.

 

 

 

 

Desaprendamos juzgar y criticar las actitudes de los demás. Nos lo pasamos la vida desconfiando del vecino de al lado, y nos autoproclamamos orgullosamente ser los mejores; pues bien, es momento de demostrarlo ayudando a los demás y aceptemos con buen humor nuestras limitaciones y defectos que solos somos vulnerables.

 

 

 

Con la irrupción de las redes sociales aprendimos abrumadoramente llamar la atención y auto publicitarnos a nivel planetario, compartiendo nuestras imágenes cotidianas, disfrutamos el chat de la amiga, frecuentamos el Facebook de viejos amores, inundamos triviales informaciones y seguimos a cualquier pobre diablo, generando una sociedad papagayo hastiada de bazofia, pues lo que cuenta son los likes que, en estos momentos difíciles generan una histeria colectiva, cuando inmediatamente requerimos usar responsablemente estas redes y empoderar de cognición a la sociedad global como sugiere Yuval Harari, “Una población  bien informada suele ser mucho más poderosa y efectiva que una población ignorante”.

 

Desaprendamos juzgar y criticar las actitudes de los demás. Nos lo pasamos la vida desconfiando del vecino de al lado, y nos autoproclamamos orgullosamente ser los mejores; pues bien, es momento de demostrarlo ayudando a los demás y aceptemos con buen humor nuestras limitaciones y defectos que solos somos vulnerables. Aprendamos a ver al prójimo como nuestro mejor aliado, cavilando aquello que le sucede tarde o temprano nos sucederá y desplegando el trabajo cooperativo solidario, evitaremos contagios asegurando nuestra supervivencia.

 

El empresariado mundial está obligado a desaprender enriquecerse y especular en confabulación con los funcionarios en tiempos de emergencia y aprender ser más humanitarios, sobreponiendo al ser humano sobre los bienes materiales, así como impulsar los vuelos gratuitos para la libre circulación de científicos, pensadores, periodistas, médicos y el transporte de insumos clínicos, volando solidariamente a nivel global para salvar vidas.

 

Alejado del dramatismo, si la ciudadanía global no desaprende sus viejas costumbres, penetraremos un lúgubre callejón sin salida y pondremos en juego nuestra supervivencia y para ello debemos sacar lo mejor de nosotros que, seguramente todos venceremos una vez más estas plagas y rompiendo paradigmas del ayer, aprendamos a convivir armoniosamente en esta aldea global y comprometamos a los líderes mundiales, al G8 y al G20 a tomar decisiones inmediata, si pretendemos que continúe la excitante función de la vida; así mañana no volvamos a la normalidad, hoy practiquemos el distanciamiento social desde la mirada de Gideon Lichfield.

 

  @davidauris
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