Por: David Auris Villegas - Escritor/Pedagogo |
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El escenario político actual nacional muestra una crisis social, sombreado por un discurso cínico, tóxico y frívolo, probablemente errados; donde la prensa está jugando un rol importante, la de investigar y poner en tela de juicio la situación oscura del huracán de corrupción bombardeada desde los actores políticos a nivel nacional, centralizada en la capital que, en cierta manera pautean el insólito destino del país hacia, un inexorable callejón sin salida.
Considerando al ejercicio de la política, como una actividad emocional, plagada de habilidad, cálculo y experiencia adquirida en el fragor de la palestra, concibiendo como el arte de lo posible en palabras de Aristóteles, Maquiavelo entre otros que, haciendo suyo este honesto pensamiento, la mayoría de actores políticos ven en la política, la posibilidad de enriquecerse, ostentando poder y paradójicamente arremeten sin piedad contra los más débiles, quienes depositaron sus esperanzas en las urnas.
Ante esta coyuntura de rescate político, importa reflexionar dialécticamente la aplicación de la Pedagogía del diálogo de Paulo Freire, despertando la conciencia crítica en pos de una liberación dogmática, dentro de los parámetros pedagógicos, logrando una transformación social, traduciéndose en un entendimiento para avizorar juntos, un horizonte común, colmado de prosperidad para todos y todas, basado en la comunicación sincera y el diálogo necesario.
La comunicación sincera y horizontal, invita a los actores políticos, generar espacios de mesa de diálogos y concertación a nivel nacional, deponiendo ambiciones personales, políticas, prestigios, con el único ánimo de entendernos y escribir una nueva agenda colectiva basada en el meollo de toda comunicación, el diálogo necesario.
Este diálogo necesario, parte de la exigencia a todos los actores políticos, reconocer sus errores, limitaciones, actitudes negativas, y cerrando el pasado otearemos las posibilidades, con la finalidad de abordar meridianamente la problemática de la corrupción en toda su dimensión, desde diversos enfoques: políticos, legales, filosóficos, humanos, económicos, educativos, éticos, bajo marcos de tolerancia y solidaridad común, sobreponiendo los intereses más sublimes de la nación, con el único objetivo de afrontar y erradicar el fenómeno de esta degeneración política.
A la luz del breve argumento esgrimido, es impostergable llevar a cabo el ejercicio metacognitivo consciente de la pedagogía del diálogo, procedimiento ineludible a nivel nacional, apelando como bandera, el desarrollo sostenido; de lo contrario, una vez más, estaremos echando por la borda, la maravillosa oportunidad de convertirnos en un país más justo, solidario y próspero en un entorno altamente cambiante.
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