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Ya se ha planteado, en diferentes artículos de análisis social y político, que el Perú experimenta un momento históricamente inédito. Esta es la primera vez que quien asume la presidencia del país es un campesino y maestro rural, como lo destaca en su mensaje a la nación el propio presidente Pedro Castillo Terrones.
Es también la primera vez que un gobierno de izquierda accede a través de elecciones a las posiciones más importantes en la conducción del país. En esta breve nota, quiero llamar la atención sobre la dimensión espacial, y con ello a la posición o perspectiva social desde donde se gobernará —o se desea gobernar—, si se consolida la estabilidad del nuevo gobierno.
Desde los días en que ocurrió la proclamación de Castillo como presidente electo, se ha planteado un proceso de traslado o cambio de posición social y espacial desde donde se asentaría la mirada que, escudriñando el país, se orienta a gobernar, y parece claro que, de mantenerse como tendencia activa y de no detenerse por razones pragmáticas o de sobrevivencia, este sería un proceso largo, muy accidentado y que enfrentará intensas resistencias.
Algunos indicios al respecto ocurrieron el día 28 de julio, cuando luego de la ceremonia de toma del mando el presidente de la República anunció en su mensaje a la nación que “no gobernará desde el Palacio de Gobierno”.
Aunque ahora ha reconsiderado esa decisión para atender a las críticas y dificultades legales y operativas, se ha notado que el presidente Castillo Terrones ha optado con naturalidad por alejarse de realizar sus actividades desde los espacios y locaciones políticamente “centrales”, las que tradicionalmente se han erigido para el desempeño de las funciones presidenciales. Tal vez teme que, como pasa con muchos políticos, una versión peruana de la “jaula de hierro” weberiana de la racionalidad burocrática lo enfrasque en ceremonias y eventos que lo hagan descuidar sus promesas de atención a los problemas cotidianos de los “pueblos del Perú”, el sujeto al que apela la mayoría de las veces cuando se comunica con la ciudadanía.
Un indicio más claro se presentó al día siguiente, 29 de julio, cuando luego de realizar la juramentación simbólica en la Pampa de la Quinua y como parte de su segundo discurso (el primer discurso fue leído, el segundo espontáneo) planteó varias de las líneas que parecen hacer perceptible este ánimo de permanecer lo menos posible en el “centro” y moverse hacia los espacios en que las municipalidades, los gobiernos regionales y luego los ministerios, en ese orden, deben articular su objetivo de “construir de abajo hacia arriba”, algo que muchos podrían interpretar como una simple figura retórica, pero que el presidente Castillo parece estar persiguiendo continuamente, como se reveló en parte de ese discurso:
Invoco y convoco a los gobernadores regionales de todo el país, que la próxima semana estaré con ustedes, para que, de una vez por todas, agendamos, lo que tenemos que trabajar por el Perú y la semana siguiente [subsiguiente], convoco a todos los alcaldes del pueblo peruano para ponernos al frente, sacarnos los zapatos y trabajar por el país. […]
Es más, desde acá invoco a los pueblos originarios, a mis hermanos ronderos, a los quechuas, aimaras, awajún, a los conibo, a los shipibos, a todos los pueblos del Perú que tendrán todo el espacio necesario, en este desarrollo que nos embarga, este desafío: ¡no es necesario ir a Lima! ¡Yo conozco el país, y estoy obligado a bajar a todos los rincones del país!
Así entonces, en las siguientes dos semanas, si estas reuniones se pueden concretar, será posible observar cómo se articularon las competencias ministeriales con las regionales y municipales, y, sobre todo, cómo se diseñaría la transferencia de 3000 millones de soles para las municipalidades y gobiernos regionales anunciada por el presidente Castillo “para la aceleración de las inversiones”. En el fondo, se podrá estimar cuáles podrían ser las nuevas dinámicas espaciales que podrían configurarse para el desarrollo de este gobierno, o si las permanencias (las formas estructuradas de relación del Gobierno central con los gobiernos regionales y locales) pesan más que las posibilidades de cambio. Este es un tema de inercias que el presidente Castillo Terrones parece querer superar, estableciendo protagonismos sociales y otorgando mayor peso a las autoridades que actúan a escala nacional, y modificando o ampliando así las alianzas a establecer.
Finalmente, el día 30 de julio, a pocos minutos de terminar la ceremonia de la “Gran Parada y Desfile Cívico Militar por el Bicentenario de la Independencia”, el presidente Castillo decidió retirarse “para atender de manera urgente y prioritaria la emergencia” del sismo ocurrido en Piura pocos minutos antes, y reiteró así en la práctica su intensa orientación por movilizarse hacia una región del país distinta a Lima, donde percibe que su intervención es prioritaria.
En conjunto, los tres eventos que comentamos nos llevan a pensar que, junto a los inéditos ya mencionados, podrían surgir, no necesariamente de manera sistemática o siguiendo una estrategia clara, prácticas y disposiciones gubernamentales del presidente del República, pero también de varios de sus ministros —muchos de ellos profesionales de trayectorias regionales, no capitalinas—, que ponderan distinto en relación con las anteriores administraciones, configurando un marcado acento hacia la descentralización en sus movimientos y decisiones. Asistiríamos a nuevos estilos, nuevas agendas, nuevos apoyos.
La autora es investigadora del IPE
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