Por: David Auris Villegas - Escritor/Pedagogo |
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Ante la coyuntura política gris, al que Perú fue empujado por la actitud de García, acusado de corrupción, quien está solicitando asilo político, argumentando ser un perseguido político; coincidiendo con la postura de los seguidores de la señora Keiko Fujimori en prisión; por el simple hecho de estar en el “bando de los malos.”
De haber persecución política como alega García, quien pretende huir por la puerta falsa, un hombre tan inteligente como es él, ¿Por qué viajo desde España al Perú para declarar ante la justicia peruana?; y luego de dictarse su impedimento de salida, ostentosamente argumentó que, no era un castigo quedarse en Perú, sin embargo, horas después estaba solicitando asilo en la embajada uruguaya.
Argumentar emocionalmente que exista persecución política en la era de la información y el conocimiento en esta era digital, donde toda la información está al alcance de un clic, es una descabellada y burda paranoia que esgrimen los actores políticos, acusados de corrupción; muchos de ellos, infestado por el “síndrome” Odebrecht que asola Latinoamérica.
Incluso el presidente Kuczynski, con impedimento de salida, del Partido gobernante (Peruanos por el cambio), presidido actualmente por Martín Vizcarra, renunció al gobierno por actos de corrupción; debido a que existe un poder judicial independiente, aunque repudiado por el pueblo conforme las encuestas.
El actual Congreso de mayoría fujimorista, hace poco, extrañamente excluyeron del Informe Lava jato, a García y Keiko Fujimori y esta poderosa mayoría, no desea destituir al Fiscal de la Nación, y vienen jugando en pared con los apristas, haciendo presión política al gobierno actual.
Por fortuna, para muchos ciudadanos honestos y “desgracia para los políticos corruptos”; el rostro jurídico peruano está cambiando, con una nueva generación de jueces y fiscales jóvenes; quienes dotados de un patrimonio moral, están aplicando honestamente la ley, lejos de amilanarse ante la presión política por aquellos quienes ejercieron poder por muchos años.
Desmontando la infeliz idea de la persecución política al canto, es lícito y perentorio desplegar una pedagogía ética concientizadora a nivel nacional en todos los niveles de educación con el ánimo de construir y fortalecer los contenidos transversales de los Derechos Humanos, que los empodere en el análisis de la realidad peruana desde un enfoque crítico, lejos de trasnochadas ideas políticas, en aras de un país con posibilidades de acceder a la justicia de manera equitativa, alejado de utópicas persecuciones.
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