Perú, la huida de Sotil y un par de manos inocentes
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El delantero del Barcelona viajó sin permiso para jugar la final de 1975 contra Colombia.
El remate con el brazo derecho con el que Raúl Ruidíaz clasificó a Perú para los cuartos de final de la Copa América Centenario abrió la caja de los recuerdos felices para el fútbol incaico. Memorias que llevan a 1975 y hablan de coincidencias llamativas, de manos más o menos inocentes, de huidas increíbles, de un protagonista excluyente —Hugo Cholo Sotil— y de un final con título de campeón incluido.
Hay que retroceder 41 años en el tiempo. La Copa se juega sin sede fija, con eliminatorias a doble partido y Perú, que vive su época futbolística dorada, se enfrenta a Brasil en semifinales. El partido de ida lo gana Perú 1-3 en Belo Horizonte, pero Brasil se toma la revancha en Lima: 0-2. El reglamento no prevé desempates en esa ronda, ni los goles como visitante valen doble, por lo que la solución es un sorteo. La “mano inocente”, tal vez tanto como la de Ruidíaz el lunes en Boston, es la de Verónica Salinas, nieta del dirigente peruano Teófilo Salinas, por entonces presidente y hombre fuerte de la Conmebol. La suerte, claro, beneficia a Perú. Y tal como sucede en la presente Copa, el siguiente obstáculo es Colombia.
La historia incorpora entonces otros personajes y condimentos. Colombia gana 1-0 en Bogotá; la vuelta señala 2-0 a favor de los peruanos en Lima, pero al tratarse de la final sí que hay un tercer partido. Debe jugarse el martes 28 de octubre de 1975 en Caracas.
Hugo Cholo Sotil, el mejor delantero del país, vive cada uno de estos pasos a 10.000 kilómetros de distancia. Exactamente desde Barcelona, donde comparte vestuario con Johan Cruyff, Carles Rexach y Johan Neeskens. La junta directiva blaugrana no le había permitido participar en ningún partido de la Copa y menos aún el técnico alemán Hennes Weisweiler, un amante de la disciplina a rajatabla, que esa temporada había sustituido —sin mucho éxito— al holandés Rinus Michels. “Marcos Calderón [el entrenador del combinado peruano] me convocó desde el primer partido, pero los dirigentes me negaron el permiso”, recuerda hoy con pena Sotil; “revisaba los periódicos que me mandaban desde Perú y los ojos se me llenaban de lágrimas”.
Hasta que la noticia de un tercer partido le abre una ventana inesperada. El Barça venía de vencer 2-1 al Racing de Santander en el Camp Nou el domingo 26, y Sotil, titular ese día, vuelve a casa con la decisión tomada: sin avisarle a nadie le pide a su esposa Guillermina que le compre un billete a Madrid. Una vez en Barajas busca el primer vuelo a Caracas y se sube sin dudarlo.
Gol y victoria
El relato de los hechos del propio jugador delata un punto de candor, y también retrata una época muy distinta a la actual. “Llegué a Caracas con lo puesto. En el aeropuerto no había nadie, ni un dirigente, y empecé a averiguar dónde estaba alojada la selección. Por fin me dijeron el lugar de entrenamiento y llegué como a las siete de la tarde. Todos se sorprendieron. Pensé que Marcos me iba a decir que descansara pero me ordenó que me cambiara. Y al día siguiente me puso de titular”.
El final feliz ya se puede intuir. Sotil marcó el gol del 1-0 que significó el triunfo y el título para Perú en aquella final. Un derechazo seco y bajo desde dentro del área, que las televisiones de su país vienen repitiendo como un mantra desde hace 41 años.
Pocas horas después, un directivo del Barcelona que había viajado con urgencia a Caracas sube al jugador a un avión sin dejarlo participar de los festejos en Lima. “Al regreso pensé que me iban a castigar, pero me felicitaron y me dieron dos días de permiso”, rememora el Cholo.
Esta semana Perú volvió a eliminar a Brasil de una Copa América gracias a una mano. Y como en 1975, el siguiente rival es Colombia. Es cierto, parece imposible que un goleador inesperado aterrice este viernes en Nueva Jersey, pero hoy nadie puede quitarles la ilusión a los compatriotas de Hugo Sotil.