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Pinceladas mágicas de la narrativa yanina: «Misterios de Piticancha»

El informativo Huachos.com se complace una vez más en presentar al autor yanino David Vilcapuma con una nueva cosecha narrativa original.

En la estancia de Piticancha, cerca al cerro Huiscapunta, vivía doña Emiliana con su rebaño de cientos de ovejas y decenas de cabras...
En la estancia de Piticancha, cerca al cerro Huiscapunta, vivía doña Emiliana con su rebaño de cientos de ovejas y decenas de cabras...
 

David Vilcapuma Gutiérrez - Licenciado en Educación

 


Desde las cumbres de San Juan de Yánac, hace oír su clamor y da a conocer al mundo, las cosechas literarias de su pueblo natal, a través de esta narrativa original, que emerge del caserío de Chilcaní, distrito de San Juan de Yánac, sus escritos relatan aventuras emocionantes con personajes dotados de vida propia; que simbolizan las costumbres de su bello paraje. Prestigiando la vocación literaria de su hermoso pueblo San Juan de Yánac.

Los que nacimos en este pueblos del ande, entendemos con certeza todo lo que nos narra este modesto autor, con su fina pluma, orgulloso de compartir su producción literaria.

El informativo Huachos.com una vez más se complace en presentar al autor yanino con una nueva cosecha original.

 
 
Misterios de Piticancha


En la estancia de Piticancha, cerca al cerro Huiscapunta, vivía doña Emiliana, una mujer de casi ochenta años, de carácter fuerte pero muy bondadosa con una energía envidiable, nunca había asistido a la escuela, sin embargo sumaba y hasta pesaba a pulso, llevaba la cuenta de los ganados con minuciosidad. Vivía sola en su estancia, sus hijos había emigrado a otras ciudades en busca de mejora.

En su rebaño criaba cientos de ovejas y decenas de cabras, un día cuando Soledad tenía doce años fue a visitarla, encontrándola muy convaleciente de  salud, que apenas podía levantarse para dar unas vueltas hasta la esquina de la casa.

Había dejado de pastar sus ovejas, por el despeñadero varios días ya,  se notaba muy débil no tenía fuerzas para hacerlo.
Soledad, al verla en ese estado se compadeció y se ofreció ayudarla con el pastoreo de sus ovejas, mientras estaba  de visita.

- Emiliana a pesar de su estado de salud se sobreponía para corresponder el gesto  y se asomaba a la cocina y preparar la comida para el fiambre, mientras daba algunas indicaciones precisas a la chica.

- Hay hijita tienes que estar atenta y  cuidadosa al pastar las ovejas, hay zorro en huiscapunta por las noches lloran seguro que esta con mucha hambre.

- Soledad, no te preocupes abuelita, yo soy una buena pastora de ovejas ya verás que todo saldrá bien. En sus adentros se aterrorizaba de miedo, que horror ese astuto zorro decía Soledad.

Emiliana, tenía dos perros fieles, que ladraba en el rebaño y hacia amedrentar a los depredadores, una era Corbatón y el otro Bobby, a estos animales solo le faltaba hablar, cuidaban a la abuela y ayudaban a pastar a las ovejas.

Había también varios corderos que entre sus correteos y juego se iban adelante y sus mamas lo seguían sin cesar.

Emiliana, indicaba con firmeza los rituales que acostumbraban realizar en la faena del pastoreo. Decía que, cuando el sol ocupaba el centro del firmamento Soledad, tenía que arrear a las ovejas hacia el puquial del potrero, para que tome agua, lugar donde brotaba este líquido elemento  manantial, desde la superficie de los cerros  y en ese momento la niña aún aprovechaba para comer su fiambre.
Soledad comprendía que era parte de la enseñanza en cuanto a la  disciplina y a pesar de tener hambre tuvo que soportar hasta el mediodía, cumpliendo con el culto.

Al salir del puquial vio parir a una de las ovejas, un pequeño corderito casi calato, se revolcaba en el suelo mientras la mamá oveja lamia su cuerpo, era un  episodio sorprendente, tristemente estaba muy flaco pero igual intentaba pararse y trataba de dar pasitos en busca de la ubre de la madre.

Soledad, quería ayudar a la oveja en su alumbrar, pero no sabía qué hacer, mientras intentaba acercarse, la oveja madre golpeaba sus patas delanteras en posición de defensa.

Soledad,  saciando su curiosidad, permanecía atenta a lo que iba pasar, pronto apareció en su cabeza pensamientos malignos como la idea, que la oveja se iba a comer a su cría, se entristeció mucho y entró en llanto sin consuelo.

Mientras esto sucedía otra oveja que tenía su cría más grande, se desgañitaba llorando, mirando hacia el zanjón, sucedía que dos pequeños y traviesos corderos habían desaparecido y sus mamas corrían de un lado a otro buscando y llorando con desesperación baaa, baaa, baaa, diciendo balaba la oveja.

Mientras Soledad corría hacia la loma para ver lo que pasaba y pensando que ya el maldito zorro, se lo había arrebatado a los corderitos, asustada se paró en la lomada y se puso a remedar a las ovejas, con la esperanza de encontrarlo aún con vida.

Y al ver hacia el cerro Huiscapunta los dos corderos retornaban desde los pedregales de la cumbre, de brinco en brinco moviendo sus colas se disponía a rencontrarse con su madre, quien calmadamente amamantaba a sus corderos hambrientos.

Chincha, Octubre del 2017.
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