Mag. Químico-farmacéutico y periodista |
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Sucedió lo que no debió producirse, a pocos meses de la celebración del segundo centenario de la declaración de la Independencia Nacional, los de la derecha criolla inhumana, actuaron como borregos, como si estuvieran respirando aires de libertad, votando al unísono, en su mayor parte, gente recolectada del basural, sin conciencia ni identidad nacional, que son capaces de entregar su cuerpo, a cualquier mercenario, bajo el falso nacionalismo, y de postizo amor paternal, golpeando su pecho, recordando a sus padres “Margaracha” y “Tiburcio”, a una sola voz, como dirigidos por el demonio, Chi Cheñó, expresaron los colonos mentales, con sus ojos saltones, votando saliva, agregando que el gobierno no le atendió haciendo la carretera a su casa y dejando morir a su familiar, no construyendo una porqueriza….
Un ejemplo negro para la historia. Unos otros salían como leones hambrientos de sangres, repitiendo el mismo estribillo de Felipillo y otros traidores del norte. Qué horror para el Perú. A 200 años de libertad, la gente peruana sigue encadenada en la miasma colonial, donde a los indios se les trató peor que a los animales. El congreso parecía un antro de sicariato intelectual, que los delincuentes, hinchido de falsa emoción social, votaban tus tus. Lo más extraño fue que 68 congresistas tenían proceso judicial. Se trataba de una colonia extensa de ratas, que de redil a redil votaban traicionando a su pueblo, demostrando su ralo barbijo.
José ingenieros habría dicho que en el Perú se produjo la política de la oveja. Sale el primer carnero y recién les siguen los demás. Otros dirían a quienes votaban autómatamente que ellos son los políticos del buitre, en que saltan los gallinazos a quitarse la carroña y se arranchaban felices al presidente Martín Vizcarra.
A 500 años de Felipillo vemos que se han multiplicado los traidores a nivel nacional, hasta llegar al último rincón del sur, Puno. Un indio, y otro indio decían soy de Huancavelica, soy de Ayacucho… el gobierno no firmó el AFP y otras gollorías, ahora está en nuestras manos, se escuchó a las borregas.
Al otro día, el Perú amaneció luchando contra el golpe de Estado provocado por el congreso basuriento. Vimos a los policías golpeando a los luchadores. Veinticuatro horas de combate. El pueblo seguía lidiando, aunque todos los borregos gritaban meeeee, cuando el dictador se ponía la banda presidencial. Este sagaz personaje sin honor ni dignidad, risueño, se colocaba la banda y recorría como gente por los espacios del congreso.
El Perú está sin gobierno, en la peor crisis de su historia. El presidente Vizcarra salvó su honor de buen patriota retirándose como todo demócrata, ovacionado por el pueblo. Las ratas la vacaron inconstitucionalmente. Le sancionaron sin haber cometido delito alguno, por simple presunción. Así está el Perú. Escribo, indignado, desde el Perú profundo. No he perdido aún la razón. Todavía tengo fuerza para luchar contra los corruptos que sacaron al presidente Vizcarra, aunque participe en silla de rueda.
Es hora de luchar por el Perú. El tiempo dio la razón, los de Acción Popular, demostraron su verdadero rostro. Pertenecen a la lacra que oprimió al Perú, décadas y más décadas, solo que cambiaban de fachada. En el interior la misma mugre. como el comentarista del féretro que aplaudía a las ratas, tras haber envejecido gracias a la felonía de la derecha.
Se inició la lucha por la Segunda Independencia sin ratas y explotadores. Las ratas comieron y vivieron con la riqueza del Perú. Es hora de vernos en las calles. Los buitres y carneros tuvieron su tiempo para mantener de hambre al pueblo, y corromper a la gente honesta. Viva el Perú. Basta ya de felipillos. Es hora de reconquistar el Perú, digo yo.
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"Chicheñó" es el apelativo que se le da a las personas de carácter benévolo y complaciente en demasía. Como sucede muchas veces, el origen de esta expresión la encontramos en una de las tradiciones de Ricardo Palma, la del obispo Chicheñó.
A finales del siglo XVIII existía en Lima un personaje muy pobre llamado Ramón, mantenido por la caridad pública y el hazmerreir de muchachos y gente ociosa. Era un hombre de pocas palabras y tartamudo, que a todo contestaba con un "sí, señor", que al pasar por su desdentada boca se convertía en "chí, cheñó". El pueblo llegó a olvidar que se llamaba Ramoncito y todo Lima lo conocía por Chicheñó.
Pues resulta que por aquellos años llegaron a Lima dos acaudalados comerciantes catalanes, trayendo un valioso cargamento. Tres pobres andaluces que vivían en Lima idearon la manera de apropiarse parte de este valioso cargamento, y para ello disfrazaron a Ramoncito de obispo y lo llevaron donde los catalanes, con el pretexto de necesitar algunas alhajas para su persona y su iglesia.
Los comerciantes comenzaron exhibir todos sus productos y los andaluces, que se hacían pasar por clérigos del "obispo", al preguntar a este si le gustaban, solo recibían por respuesta el "chí, cheñó".
Llegado el momento del pago, los "clérigos" andaluces le dijeron a los comerciantes catalanes que iban por el dinero al palacio arzobispal, pero que el obispo se quedaría con ellos a la espera. Finalmente, pasó el tiempo y nunca aparecieron. Y los comerciantes solo podían sacarles "chí, cheñó" a Ramoncito.
Cuando pasado ya el tiempo se descubrió la verdad, Chicheñó fue arrestado, pero puesto pronto en libertad por ser reconocido como "tonto de capirote". En cuanto a los ladrones, nunca se supo de ellos.
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