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Por: Eucadio Gutiérrez Solano Profesor/Periodista
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El presidente del Perú Martín Vizcarra -según su propia boca- desconoce lo que es educación. En su periplo por Iquitos, coreado, por la prensa adláter, que describía en forma totalmente baja, los mínimos detalles que hacía el Presidente paseándose por los colegios de esa localidad, si nuestro mandatario sonrió o tocó a alguien, si se detuvo para saludar u olfatear, si miró al techo, etc. que nada tiene que ver con la información seria y responsable, convirtiéndose en el correvedilismo y “piquichón” de mal gusto, de bajeza intelectual, donde el ejercicio de la prensa descendió hasta el nivel del basurero.
En dicha localidad del presidente Vizcarra, repitió cerca de 10 veces, la frase “institución educativa”, como si usar esos términos les garantizaba poseer el más alto saber educativo.
Hace más de una década, los “sabios” del ministerio de educación, anidados allí por su incompetencia, mediocridad, amiguismo y politiquería, vieron la mejor forma de hacer notoria su presencia, implantando en el campo educativo, los términos: “institución educativa” (IE), -palabras “congeladas” y pasadas a la historia- como si tratase de una novedad, o algo por estilo.
Los directores y profesores, entonces, vieron que la referida frase tenía una consonancia rítmica asequible a sus oídos y gustos, y se pusieron al tono; a diferencia de los niños que no entendían ni entienden el significado de las mismas. Incluso los egresados de pedagogicidios, creían que el gobierno había descubierto la pólvora, y por lo tanto consideraban que las 2 palabras eran un gran “invento educativo”, una revolución en educación, y saz eliminaron de su vocabulario las palabras que se venía usando por siglos, por tratarse según su “pobre cabeza” de términos desfasados.
En tanto, los periodistas tomaron alegremente esas voces “novedísimas”, apuntando una y otra vez, sumido en su ignorancia, incidiendo alegremente en sus intervenciones, la prédica de la “modernidad”, sepultada en España.
Así, “institución educativa”, se concibió como una frase “moderna”, y quien usaba se lucía, como el más docto, de los sabios, refiriéndose a una escuela, porque “escuela” para estos “genios” era una palabra anticuada, enviado al tacho de basura. Pobres ignorantes.
De esa forma las escuelas y colegios, colocaban con barbaridad e ignorancia, en su frontis, el apelativo considerado “moderno” por los minusválidos mentales, “institución educativa”. Las insignias y todos los mensajes -de modo- se diseñaban como “instituciones educativas”
« Para aclarar a los expertos del Ministerio de Educación y a los miles de maestros vegetales, la palabra “Institución” en el campo educativo fue usado por primera vez en España (Madrid), en el año 1876, es decir hace 142 años. Además, en España se prohibió el uso de ese término. (Diccionario de Pedagogía – Lorenzo Luzuriaga – 1966). »
En aquellos tiempos se habló como “establecimientos de educación”, para tratar entre otras cosas sobre la “Escuela Activa o Nueva y educación estética”. Por consiguiente, en el Perú, extrañamente, se revivió a un muerto, lanzándolo como novedad, considerado hoy como un dogma, ley de obligatorio cumplimiento, para que los niños, adultos, periodistas, ingieran la comida pestilente enterrado cerca de 150 años.
“Institución educativa” tiene como sinónimos: escuela, colegio, entidad, corporación, plantel, establecimiento, centro, claustro, etc. Recalcamos, los niños de educación inicial y primaria no saben qué es una “institución educativa”. Pues, para ellos es fácil decir “escuela” o “colegio”. Con esto queremos decir que cualesquiera de las palabras mencionadas se pueden usar.
De modo, mal hace el presidente de la República como Martín Viscarra incurrir en tremendo error, posiblemente dogmatizado por los “sabiondos” del Ministerio de Educación, que confunde a San Marín con Simón Bolívar, al emplear por una decena de vez, “institución educativa”, seguramente creyendo estar al tono con la modernidad, cuando “institución”, referida al campo educativo, es más viejo que matusalén, hasta quedarse en el sarcófago.
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