Este fenómeno "cultural" -principalmente en el sector público- es una de las grandes diferencias entre los países desarrollados y los otros.
El sistema colombiano se sustenta en la sospecha. En la sospecha de que siempre existe la posibilidad de que el ciudadano no pague. Todo el mundo es moroso hasta que la cartera o la tarjeta de crédito demuestren lo contrario. No importa que los índices de impago bajen (4,9% según datos de 2014). Esta premisa provoca que cada gestión se alargue en el tiempo un mínimo de dos semanas y un máximo de lo que aguante la paciencia.
Para cualquier tipo de trámite se empieza por la identificación: número de cédula, teléfono, dirección postal y electrónica, varias huellas dactilares y tarjeta de crédito. En algunos casos, hasta grupo sanguíneo. Este paso puede repetirse entre dos y 100 veces porque por cada petición y reclamo aparece una cara nueva al otro lado de la ventanilla o del teléfono. Y, por supuesto, no se fía de lo información ya entregada. “Qué pena con usted, pero…”, recibe el ciudadano de respuesta con cada resoplido, enfado y, finalmente, golpe de ira.
Siguiente paso: una empresa se encarga de comprobar el historial crediticio. Es decir, en Colombia existen una serie de aseguradoras con el derecho a espiar las finanzas de la gente y así poder reconfirmar que tienen los pesos suficientes para contratar el servicio de internet o alquilar una casa. ¿Qué sucede si no se permite esta intromisión o los antecedentes bancarios no son suficientes? “Qué pena con usted, pero…”. Se inicia una nueva etapa en el trámite: toda la documentación ya entregada tendrá que ser autentificada por un notario –previo pago- y enviada por email al tamaño requerido, y solo a ese tamaño porque si no la respuesta volverá a ser: “Qué pena con usted, pero…”.
La penúltima etapa –nunca se puede cantar victoria antes de tiempo- consiste en esperar. Día y noche. En este país tampoco se desvela una hora de confirmación, por eso resulta paradójico que, por ejemplo, la ONU haya reconocido que una de las fortalezas de Colombia es la oferta de servicios online. “Estaremos poniéndonos en contacto con usted entre las nueve de la mañana y las ocho de la noche del día lunes al día miércoles”. Y por supuesto: “Qué pena con usted, pero no podemos concretarle más”. En ese espacio de tiempo, se aprende a localizar los puntos de pago de las futuras –y anheladas- facturas. Aquí se liquidan las deudas en ultramarinos, supermercados y oficinas con guardias de seguridad con escopeta. La domiciliación es aún una utopía. Ya se sabe, “qué pena con usted, pero… no”.
Fuente: El Pais