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Por: Esteban Saldaña Gutiérrez - Ingeniero Industrial
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Con esta frase el Papa Francisco inicio su recorrido en el Perú. Pero habría que preguntar al santo padre, como lo llaman, como rezar desde nuestra pobreza, de nuestra indigencia, moral, espiritual y material a quien todo lo tiene.
Quien debía rezar por nosotros, los desvalidos, los débiles a quienes nos les alcanza la justicia, es precisamente al representante de la iglesia, o sea al Papa.
El Papa no solo representa a la iglesia católica, aquella que creemos que es un conjunto de monjas y sacerdotes cuya vida está ofrendado a Dios. Pero no es así, El Vaticano, es un estado poderosísimo, que cuenta con bancos propios y tiene activa participación en la vida política, económica y social a nivel mundial.
En política es el terreno en donde las fisuras se hacen más evidentes. El Papa Francisco es Jesuita, por ello los cavernarios de la derecha lo tilda de “caviar”. Su antecesor pertenecía al Opus Dei, una secta retrograda, fascistoide, a la que pertenece el malhadado de Cipriani y el Barrio Barrio de Huancavelica. Ambos se encuentran en las antipodadas respecto a ellos mismos.
Aunque políticamente ambos movimientos se encuentran en caminos opuestos, concurren en el mismo sentido en cuanto al tratamiento de problemas sensibles y escándalos internacionales.
Mutis y encubrimiento frente a curas pederastas. Allí está el caso Sodalicio, donde niños bien aquí en el Perú fueron abusados por décadas por representantes de la Iglesia Católica. A tanto llega el encubrimiento que uno de esos violadores fue propuesto, nada más y nada menos, para ser beatificado o canonizado como santo. El Papa Panchito no dijo una sola palabra respecto a ese violador, que vive junto a él en el Vaticano.
Mutis y encubrimiento en el caso de violadores de los derechos humanos. Ni una sola palabra frente a la liberación del genocida de Alberto Fujimori. Ni una palabra de consuelo a los deudos de Barrios Altos, La Cantuta, Accomarca y otros crímenes atroces perpetrados por los terroristas de estado y de sendero luminoso. Jamás en este mundo encontraran justicia, ni humana, ni divina, solo burlas y desaires.
Se fue el Papa y para nosotros todo sigue igual. Nada ha cambiado. Nuestra fe no se ha acrecentado. Las bendiciones papales no obran milagros en nosotros. Seguimos postrados en la desigualdad y en la injusticia. Solo los ladrones de cuello y corbata, como los constructores ladrones de graña y montero o los JJ Camet, han sido tocados por los rezos del Papa, salieron en libertad.