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De la vida escolar guardamos siempre gratos recuerdos. Las lecciones y mensajes de vida de los maestros, los ajetreos por aprobar los cursos, los apuros y mortificaciones por llegar temprano a clases.
Algunas remembranzas se van borrando con el tiempo; otras, como las travesuras, juegos y apodos permanecen con frescura eterna. Tiempos en que la vida se endulzaba con un caramelo perita; mejor todavía si era con turrones Janampa. Andando y comiendo.
De los apodos no se salvaba nadie en el Colegio José Pardo y Barreda de Chincha. Ni el Director. Los mejores apodos los tenían los auxiliares y el instructor pre militar. Entre compañeros de estudios se utilizaban más los apodos que los nombres de pila.
Hasta los venderos ambulantes que ofrecían su productos a través de la rejas o ventanas tenían clásicos apodos. Un personaje que en los recreos soleados ofrecía marcianos o chupetes de fruta y, en las tardes o noches lo veíamos en la puerta del Cine Chincha, vendiendo gomas de mascar, era conocido por todos solo por su apodo: “Chicle”. Hombre sencillo, respetuoso, de origen andino, talla pequeña. Nunca supimos su nombre o apellidos. Simplemente, “Chicle”. (Pero en la jerga pardina "chicle" es el apodo)
“Culminada la educación Secundaria, varios de los egresados de la promoción Pardo 77 se fueron a recorrer el mundo; unos, se valieron de las rutas transitadas por las generaciones anteriores; otros, abrieron trocha en difíciles geografías socioeconómicas; algunos, se quedaron en la provincia o retornaron luego de algunos años de estudio o trabajo.”
Quien nunca quiso dejar su tierra fue Carlos. ¿No recuerdas de quién estoy hablando? Me refiero a Carlos Meza, al que le decíamos “Caimán”. ¿Por qué tenía ese apodo? No sé. Algún día nos enteraremos. Carlos es un buen amigo; de rápido y prolongado hablar. Camina siempre de buen humor. Sus conversaciones están cargadas de chispa. Especialista en asignar apodos. Celebra recordando los sobrenombre de los compañeros de estudio Los apodos eternos del colegio y el barrio son de su autoría.
Carlos empezó a trabajar en la Oficina de Correos y Telégrafos de la provincia. Ahí lo vimos por varios años entre cartas, telegramas, encomiendas y llamadas telefónicas, hasta que privatizaron la empresa. Desapareció de la vista por buen tiempo. Lo vieron luego de artista, actuando de protagonista en la obra “El Gran Chincharumi/guerrero de piedra” obra teatral del escritor Abraham Bendezú Medina, escena que se presentó una tarde de verano en la Huaca la Centinela, allá en Chincha Baja.
La afición de los chinchanos por el mar y la pesca viene desde las épocas prehispánicas. De ahí que siempre vemos a Carlos Meza, en noches de luna nueva, cordel en mano, pescando chitas en los acantilados a orillas del mar. Al ojo conoce la dirección de la corriente marina. Hábil en esconder el anzuelo dentro de la carnada.
No solo de la pesca vive Carlos. Es también gallero. El mundo de la honra y fortuna. Vive y convive en la arena o coliseo los fines de semana. Disfruta y apuesta en los coliseos de gallos de Sunampe, El Carmen, Larán y Grocio Prado. Conocido y reconocido en todas las provincias iqueñas porque sus gallos son de ley, finura y casta. Carlos Meza es un gallo de oro. Los galleros de pico y espuela de Camaná y los navajeros de San Pedro de Lloc lo miran con recelo.
Gallero y con buenos gustos para aguardiente de uva. Carlos gusta de buen pisco. Pisco acholado. Mezcla de cepas de Uva. Mezcla de fuerza y sabor. Mezcla del puro y el aromático. Para un buen chilcano o un pisco sour, recomienda pisco acholado. Carlos Meza también produce piscos, grado 42. Pronto lo veremos compitiendo con los mejores piscos. En Chincha un buen referente de pisco acholado son los piscos del “Flaco” Ernesto, bodega Grimaldi.
“El arte, la pesca, la gallística y el pisco es un universo pequeño y de entretenimiento para Carlos Meza, porque su verdadera vocación, ocupación y pasión es el Derecho; además de la literatura.”
Ya se tituló. Tiene estudio jurídico. Al ingresar a su estudio en una de las calles principales de Chincha, hay una placa con letras doradas, anunciando al abogado: Carlos Alfredo Meza Ávalos. Miembro de la Orden de Lima. Conciliador Extrajudicial, acreditado por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. Arbitro, especializado en Contrataciones con el Estado. Laboral, Consumo y Ambiental.
Como la base del Derecho son los vínculos sociales, ahora Carlos Meza, a quien ya no le gusta que llamemos “Caimán”, como siempre lo hacíamos, frecuenta con sus clientes los mejores salones y recreos de la provincia. Le va muy bien. Es un profesional de saco y corbata.
Una de esas noches que salía de un conocido restaurant, al costado del surtidor de gasolina por donde entonces era la Panamericana Sur, vio que su auto último modelo era cuidado por quien le vendía golosinas en el Glorioso Colegio Nacional José Pardo y Barreda de Chincha. Al acercársele, lo llamó en voz alta, con la chispa de siempre, como hacía en el colegio, por su apodo:
Ferrer Maizondo Saldaña / huachosperu@gmail.com
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