Por: Walter Albán
Resulta por cierto poco elegante, por decir lo menos, que el Sr. Olaechea haya pretendido forzar la incorporación de uno de sus parientes cercanos como nuevo miembro del TC.
Lo preocupante y verdaderamente grave, sin embargo, es que lo haya intentado asumiendo una calidad que ya no posee, la de “Presidente del Congreso” y cometiendo al efecto un conjunto de irregularidades que incluyen otras transgresiones constitucionales, legales y administrativas, tales como suscribir una resolución legislativa que no pudo ser expedida sin resolver, previamente, las impugnaciones formuladas antes de que quedara suspendida la votación contra ese viciado e ilegítimo proceso de elección.
Pretender además decirle al TC quién de los 6 magistrados que ya han cumplido su mandato debe ser reemplazado resulta no solamente una majadería, sino una violación a la autonomía de ese organismo constitucional autónomo.
Por último, un poquito de consistencia, señores: ¿no sostienen acaso que se ha producido un golpe de Estado y, en consecuencia, la institucionalidad democrática ha sido quebrada?
Entonces ¿qué pretenden pedir a un TC que estaría, por ende, impedido de actuar bajo las actuales circunstancias?
Quizá ahora si les resulte más oportuno y útil pedirle orientación a la Comisión de Venecia [o a la OEA], siempre, claro está, que estos últimos los quieran tomar en serio esta vez.
Fuente: LaRepublica
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