Cuando al despertar de entre los escombros de mis sueños, un breve amanecer sudamericano. Recuerdo una masiva y refinada consternación mundial.
“¡Stephen Hawking ha emprendido el viaje sin retorno!
¿Sin retorno? Dudando sospechosamente, en cueros y en puntillas, elevo mis fascinantes miradas hacia el horizonte y compruebo que aún es de noche.
Sin embargo, los gallos entonan gravemente, desafiando mi ensimismamiento y unos extraños cuadrúpedos aúllan sin reparar mi lentísimo visualización hacia el horizonte con el objetivo de contemplar aquel memorable viaje de Hawking, atravesando los agujeros negros sobre su famoso cochecito abrigando su irónico libro:
Breve historia del universo, donde al fin conocerá la mente infinita y mágica de Dios y probablemente conversen tímidamente acerca del Universo y sus fantásticas enigmas encriptadas, escuchando a Wagner y jugando fútbol acompañado de su fino humor, lejos de la gravedad; pues los cosmólogos druidas sostenían que la muerte no es un descanso sino, un eterno viaje por los mágicos túneles oscuros del tiempo”.
¡Extraordinario viaje Genio! grité al despabilarme de mis sueños, esta mañana repleta de recuerdos.
@davidauris