Por: Esteban Saldaña Gutiérrez  Ingeniero Industrial

Nunca se había visto en Tantará un espectáculo tan triste, tan sobrecogedor. Jamás mi colegio, CNM Francisco Bolognesi, se había vestido de luto y visto pasar por delante el cuerpo sin vida de una de sus alumnas. 

La misma naturaleza, con un atardecer opaco y gris, acompañaba esta fúnebre marcha. Los dobleces de nuestras campanas llamaban al llanto. Un dolor insondable recorría nuestro cuerpo y alma.

Una joven, una alumna, en la puerta misma de la adolescencia y de la juventud dejaba de existir, por causas que aún se desconoce. Nunca más decimos, pero la desgracia está allí, a la vuelta de la esquina. La muerte acecha, como acecha la indiferencia y la incapacidad de nuestras autoridades.

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No es la primera vez que sucede este tipo de desgracia y nunca se esclarece nada, por el contrario, todo queda en la nebulosa de la duda, del desconcierto, de la apatía. Hace poco más de dos años un joven de Santa Rosa fue vilmente asesinado en los roquedales de Marcallá. Otro joven, que se dirigía de Tantará a Santa Rosa, fue encontrado muerto al haberse, aparentemente, desbarrancado en la curva del riachuelo de Alljas. Una niña, que jugaba en una de esas formaciones de agua que el contratista del puente Quichua, en Cascanni, había dejado como trampa mortal, perdió la vida.

Esas muertes quedan en la impunidad. Ninguna autoridad brinda consuelo a las familias pobres que transitamos por este mundo. Existe una fiscalía, pero jamás investiga nada. Existe un poder judicial, pero dormita en el bálsamo de la indiferencia. Existe una dependencia de la policía nacional, pero prefieren mirar a otro lado. Existe una subprefectura, que no atina a nada. Existe también una municipalidad y una alcaldesa, pero nunca, jamás, ha levantado su voz institucional o personal para exigir investigación seria y castigo para los responsables. Como corolario final debo decir que existe también un Centro de Salud, un médico, obstetra, enfermeros y técnicos. Pero ese centro, que representa al estado peruano en materia de salud, no solo está corroído por la incapacidad, la indolencia, también está impregnado de corrupción en todos sus estratos, desde el gobierno regional, hasta el portapliegos, pasando por la alcaldía.

Ese centro de salud fue implementado en la época del fujimorato y la llenaron de inservibles motocarros color verde, en uno de esos grandes negociados corruptos que infringía esa dictadura. Posteriormente llegó una ambulancia, que a duras penas podía sostenerse, que no contaba con chofer y menos se la había dotado de combustible. Si querían utilizar en alguna emergencia tenías que llevar tu combustible y suplicar a un chofer. Ese es el nivel de desidia y corrupción que se ha llegado en ese centro de salud.

Nunca más decimos, pero ese centro se cae de enferma, desde su inauguración. No tienen siquiera capacidad para realizar un elemental análisis de sangre. Robos y latrocinios pesan desde siempre sobre ese Centro de Salud, que alguna vez pretendió ser un Mini Hospital, pero murió no nato, por acción directa de la corrupción.

Ahora que lloramos una nueva tragedia, los representantes de salud de Castrovirreyna y del Gobierno Regional de Huancavelica han comunicado que realizarán una visita. No esperamos ninguna acción concreta. Será más de lo mismo. Fotos para el Facebook, para justificar gastos. Será para acallar la tristeza, para maquillar el dolor y sufrimiento de los familiares, pero jamás será para sentar las bases de una real solución a la gran problemática generada.

Mientras tengamos autoridades incapaces, funcionarios indolentes y una población acallada por migajas que aceptan, jamás saldremos adelante. Es el precio que pagamos por emitir un voto contaminado con la corrupción, con la prebenda, con los “tapers” y de esa simbiosis putrefacta salen elegidos autoridades rapaces, pillos, cuyo único fin es embolsillarse la mayor cantidad de dinero, aún a costa de la vida de nuestros compoblanos, como es este caso.