Por: Esteban Saldaña Gutiérrez - Ingeniero Industrial |
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La historia de nuestro Perú es un sainete. Así fue y así es ahora y ojala que las futuras generaciones destierren por siempre esta forma de castigo divino.
Cuando llegaron los conquistadores - una lacra de españoles, ignorantes, prontuariados - el gran imperio Inca se encontraba dividido, por un lado Atahualpa y por el otro Huáscar, ambos enfrascados en una guerra civil fratricida.
Cuando los chilenos invadieron, el Perú se encontraba gobernado por un general chileno y por añadidura pro-chileno, el tal Mariano I. Prado. Este felón huyó del país en plena guerra y luego el "califa" Nicolás de Piérola se autoproclamo presidente, quien resultó ser otro cobarde pue fugo de Lima cuando los invasores entraron a nuestra capital. Luego apareció la figura del gran General don Andrés A. Cáceres, quien en el centro del Perú se enfrentó a los invasores, finalmente fue derrotado por otro traidor, el general pro-chileno Miguel Iglesias, quien entrego nuestra provincia de Tacna y Tarapacá a los invasores.
En el siglo pasado se erigió la figura del presidente Guillermo Billinguhurst, gran defensor de la clase obrera, esperanza de los pobres y desvalidos. Fue vacado por acción de los descendientes del gran traidor, los vástagos de Mariano Ignacio Prado, Javier Prado y Manuel Prado Ugarteche, quien mas tarde llegaría a ser dos veces presidente del Perú.
El general Juan Velasco Alvarado, el general de los pobres, aquel hombre que le dijo no a la IPC y le devolvió la dignidad al Perú, al estatizar la Brea y Pariñas, importante campo petrolífero que había sido entregado vergonzosamente por Belaunde. Este general fue traicionado por el felón Morales Bermúdez, que hasta ahora sigue medrando del estado peruano.
“Así llegamos al Perú de los ochenta, donde la amnesia de nuestro Perú volvió a elegir a Fernando Belaunde Terry. Fue en su segundo gobierno, democrático, donde se engendró la corrupción que nos corroe hasta ahora. ” |
Allí están los casos de los buques Mantaro y Pachitea, el caso Guvarte y el inicio de la guerra sucia y matanzas indiscriminadas a manos del tristemente general Noel y Mora. Son solamente esos casos tomados al azahar, claros ejemplos de corrupción, que la prensa y nuestra amnesia se han encargado de pasar al archivo.
Ni hablar de nuestros gobernantes de ahora, empezando por el nipón y terminando en PPK, pasando por el suicida - el cobarde que prefirió la fría tumba antes de enfrentarse a la justicia y la historia - luego Toledo y Humala.
Ahora los neo belaundistas, el congresista Otto Guigovich, aquel general que mensualmente recibe del estado entre su sueldo de jubilado y demás gollerías; como carro del año, gasolina, chofer, mayordomo, seguridad y una andanada de privilegios, la friolera suma de cuarenta mil soles. Este mismo corrupto - porque recibir esa suma de dinero cuando miles de peruanos sufrimos lo indecible a causa de la pandemia y la pobreza es también una forma de corrupción - se rasga las vestiduras y llama corrupto al actual mandatario.
Que desvergüenza que alguien que nació de las canteras de la corrupción, como es el partido de AP, hable de corrupción.
Que vergüenza que el ex-gobernador de Loreto, Fernando Meléndez Celis, hable de corrupción cuando tiene investigaciones pendientes en su región por actos de corrupción.
Que vergüenza que el ex-contralor Edgard Alarcón, se haya convertido en el adalid de la honestidad, cuando este congresista tiene una mochila muy pesada de actos de corrupción cometidos en la propia Contraloría General de la Republica.
Ahora, en plena lucha contra la recesión económica y la pandemia, que nos ataca y se ensaña con los más pobres, con nosotros que sobrevivimos día a día, se levante unos esperpentos y pretendan vacar a un presidente en plena crisis económica y en pleno estando de emergencia nacional.
El Perú está viviendo una nueva traición, la de aquellos corruptos, agazapados ahora en el congreso de la república, que gozan de sueldos dorados y gollerías indebidas, como el general Otto Guigovich, que recibe plata del estado sin siquiera ruborizarse, cuando hay miles de peruanos que sufrimos de hambre y miseria.
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