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Por: David Auris Villegas - Escritor/Pedagogo
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A comienzos de enero del año que desfallece, millones germinamos desde las entrañas del capulí, presurosos a escudriñar peregrinos sueños inalcanzables, sombreados en los murales de los anocheceres, como el vino francés; consumando el año que se marcha, llevándose en su abrigo, recuerdos por cumplir en alguna aldea lejana oculta de los andes sudamericanos.
Andes tentado de recordarlo siempre, como el año que probablemente la justicia peruana empezó a desgajarse la pesada venda sembrada desde siempre; e inmarcesibles y valientes como Espartaco, bregaremos unánimemente por ser consecuentes en el acíbar y gloria de la cotidianeidad.
Cotidianeidad tanteando el cielo con los pies puestos en la tierra, saludando afiladas manitas de Teresa de Calcuta, ungidos de esperanza como los sueños del viejo Gandhi, caminamos erguidos observando las pirámides de lo imposible, aspirando un amanecer de posibilidades de un mañana mejor para todas y todos.
Sorteando nuestros torpes pasos terrenales a lo largo y ancho del planeta, levantamos muros y dejamos escuchar nuestros alaridos de: libertad, justicia, amor, solidaridad, paz y gratitud que urge la humanidad, la misma que irá afianzándose en el rostro de un mañana colmado de promesas por descubrir.
Donde aquí estuvieron nuestros padres y el padre de nuestros padres y todavía sonreiremos al escuchar cantar la canción hermosa del universo, traspasando un mundo disfrazado de tinieblas, vestidos de nuestra propia inspiración, nacido desde los trigales y los viñedos; vacilando caminaremos tomados de las manos hacia las cumbres altas de los sueños de tantos antepasados.
Somos muchos ya lo sabemos quiénes soñamos un mundo mejor; añoraremos el 2018, nuestros sueños, nuestros sinsabores, nuestras caricias y nuestros pesares, del verano pasado y saciando hambre de milenios, juntos iremos al encuentro del mañana por llegar al compás de pájaros errantes como hijos de la globalización, cuyo camino de salvación es el sendero ético de la vida.
Unidos nos fundiremos en un solo beso, y abrazados al borde de la tierna llama, mañana al abrir nuestras miradas viviremos y nos reiremos de todo, planeando lo más alto posible a pesar de nuestras fatigadas alas.