En OPINIÓN LIBRE |

Vientos extremos

Desde los verdes pastizales de la comarca de Chilcaní, tierra que me vio nacer y crecer, con emoción.

 

Por: David Vilcapuma Gutiérrez 

Licenciado en Educación

 

En una ocasión por la tarde, en el fundo Chilcaní (distrito de San Juan de Yánac, provincia de Chincha, fuertes vientos soplaban, levantando polvaredas, mezclado con briznas de paja, llevándose todo lo que había en el lugar.

 

Era un viento áspero y fuerte, que sus ruidos incontrolados aumentaban el miedo e incertidumbre de los pobladores de la localidad.

 

Mamá y los pequeños aterrorizados se condolían, mientras eran sujetados con un lazo de cuero en el paránte del tronco, que había en el interior de la casa.

 

Las calaminas volaban de los techos como aves en el espacio, dejando destapados la cubierta de la casa, suspendiéndose muy lejos rotos y doblados.

 

El ventarrón era tan violento que pasaba dando fuertes silbidos por las ventanas y pequeñas grietas de la pirca y los palos que apenas quedaban del soportal del techo.

 

Los árboles se quebraban, las plantas se arqueaban flameando sus ramas con intensidad, sus hojas eran zarandadas y llevadas a todas partes.

 

Las cabras balaban espantadas refugiándose en las cuevas, cercanos al encerradero, los perros se acurrucaban en los rincones de la habitación.

 

El viento huracanado soplaba cada vez más fuerte e iracundo a medida que pasaba el tiempo dejando impactos y destrozos en todos los espacios del paraje.

 

Después de horas, los incesantes torbellinos se apaciguaban de apoco, cesando lentamente el viento, ante la caída de la noche.

 

Daños muy graves habían dejado la tormenta, que persistían visibles por buen tiempo, ningún ojo se había compadecido de nadie y de nada.
 

Chincha, junio de 2022

 

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