En OPINIÓN LIBRE |

Voces crecientes de San Juan de Yánac, en Chincha

La curiosidad de un adolescente en la finca del gordo Wenceslao.

El autor, en el lugar donde se desarrolló la historia.
 

David Vilcapuma Gutiérrez - Licenciado en Educación  

 



Comparto mi pasión, por la narración inspirada en una nueva creación literaria, con las que tengo mayor libertad creativa. En cada paso, veo muchos testimonios, aventuras y experiencias, donde otros quizás no lo pueden ver, solo ven calma y tranquilidad.
 
La curiosidad de un adolescente

Un grueso manto de neblina, cubría las calles de la ciudad de Chincha, quedándose en tinieblas, donde el joven estudiante llamado Augusto, vivía en un cuarto alquilado en la finca del gordo Wenceslao, quien se levantaba muy temprano y se dedicaba a diversas labores en el día, para subsistir diariamente.

Los fines de semana dejaban de realizar cualquier actividad y se sentaba a emborracharse, frente a su casa, muchas veces lo hacía en exceso, quedándose dormido profundamente y hasta a veces dejando al desamparo su finca.

El joven Augusto, se aprovechaba de esta situación, para sacar el triciclo del gordo Wenceslao, que se encontraba guardado en la sala de la finca, llevándose afanoso, para aprender a manejarlo, muy pronto aprendió a conducirlo y a manejarlo velozmente.

Un día la suerte no lo acompañó porque al ir manejando a toda velocidad y al darse una vuelta en el redondel del óvalo Bolognesi, se da una revuelta de campana quedando con el triciclo encima, produciéndose serios golpes en la cabeza y extremidades.

Al levantarse de la caída, con mucho esfuerzo observó al triciclo, que se encontraba con el aro doblado y la cadena rota, Augusto se levantó asustado y sin saber qué hacer y mal herido decidió retornar rápidamente empujando  el triciclo,  para dejarlo en el lugar de donde lo había sacado, sin que su dueño Wenceslao supiera.

Haciéndose muy dificultoso llevarlo a la finca. El viejo Laureano, quien acostumbraba caminar por dicho lugar se apiadó de él y le ayudó a empujar el triciclo, hasta llegar al borde de la acequia.

Estando cerca de la finca, Augusto dejó el triciclo y corrió a verificar el ambiente en la finca, observando que el gordo Wenceslao seguía bebiendo licor,  junto a los demás personas que lo acompañaba.

Raudamente Augusto, corriendo retornó al borde de la acequia, cogiendo el triciclo con rapidez y  aprovechando la oportunidad para ingresarlo a la sala y guardarlo, sin que nadie lo descubriera.

Al día siguiente Wenceslao, aún con la resaca y molesto daba vueltas por todo los rincones de la finca, gritando, quien me ha hecho esta maldad, yo soy manso como un niño y no me merezco esto.

Debo calmar mi ira y buscar una solución, aún tengo coraje y la fuerza de vivir, para enfrentar un problema como este. Pero me duele que mi triciclo haya aparecido destruido, haré lo posible por componerlo.

Chincha, Julio 2017.
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