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Aprovechándose de mi encierro pandémico, mi única parcela, heredado de mi abuelito, había sido invadida por una extraña anciana.
Chiquita, brabucona y feroz, juró que, de allí, la sacaran muerta.
Ahora, ¿Quién podrá matarla? El último tipo que se llevó lo poco que me quedaba se apiadó de la vieja. Desalojado, vagabundeo con el dilema de salvar mi plantación, donde podré caerme muerto o condenarme a escribir las veinticuatro horas, sabiendo que no tengo talento.
Si no escribo la próxima semana, es porque no tuve otra opción.
@davidauris |
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