El protector facial ya es de uso obligatorio en el transporte público urbano, interprovincial y aéreo para reducir un posible contagio del covid-19. Pero ¿cuál es el material del que deben estar hechos, cómo se desinfectan y dónde deben guardarse tras su uso?
Mario Izquierdo Hernández, especialista del Ministerio de Salud (Minsa), explicó a la agencia Andina que el escudo facial es un elemento adicional a la protección que brinda la mascarilla, pero no la reemplaza, más aún en el contexto de reinicio de actividades económicas.
“En medio de la pandemia, las personas deben entender que usar el escudo facial ahora forma parte de su atuendo. Así como ponerse un abrigo, también es importante ponerse este artículo para protegernos del coronavirus, especialmente si vamos a lugares de alta concentración de personas”, subrayó Izquierdo.
El especialista indicó que la mascarilla y el escudo facial deben ser los últimos elementos en colocarse antes de salir a trabajar o antes de salir del trabajo para retornar al hogar.
Esta careta, comentó, no debe ser manipulada durante el viaje en el transporte público y, cuando llegue al trabajo, debe ser retirado de la cabeza, cogiéndola por la visera hacia atrás y cerrando los ojos. "Esto evitará que las posibles gotículas que cayeron al plástico durante el viaje caigan a los ojos de la persona".
Desinfección
El dueño del protector facial puede desinfectarlo rápidamente con una solución de agua y cloro (en un litro de agua se diluye 20 ml de cloro) o también con alcohol. “Pero en ningún caso se aplica la solución directamente sobre la mica, sino primero en un paño”, anotó Izquierdo.
Explicó que el golpe directo de cualquier disolvente sobre una mica -hecha de acetato, policarbonato o polipropileno- puede deteriorarlo progresivamente y, lo que es peor, dificultar la visión de la persona que lo usa.
“Esto induce a manipulación excesiva. Si la visión es clara, la persona ni se dará cuenta que la tiene careta puesta. Pero si dificulta la visión comienza la manipulación y es ahí donde está la posibilidad de contagio porque la careta puede estar infectada”, argumentó.
Jabón, detergente o champú
Izquierdo dijo que otros elementos que pueden usarse para desinfectar las caretas al llegar al trabajo o a su destino son el agua con jabón, detergente o champú. “Está demostrado que este virus (covid-19) no sobrevive cuando se desinfecta con sustancias capaces de destruir su capa lipída o superficie, y esa es fácilmente destruida con detergentes comunes”.
Una vez desinfectada, la careta debe ser secada con un paño limpio seco y colgada en un lugar al aire libre o en un cajón cerrado. “Lo importante es que no esté aplastada por otros objetos y no se deteriore; de lo contrario, la persona se verá obligada a comprar una nueva”.
Recomendó, sin embargo, seguir usando la careta facial en el centro de trabajo si es que las condiciones de distanciamiento y ventilación no son las más apropiadas para prevenir el covid-19.
Al retornar a casa, igualmente, debe repetirse el mismo procedimiento, es decir volver a lavar la careta plástica. “Hay personas que, cuando llegan a su casa, la sumergen en una solución de hipoclorito por 10 minutos y luego la cuelgan en el cordel para que se seque de manera natural. Luego de secada, se coloca en la habitación en un lugar seguro y ya no hay problema”, aseveró.
Diseño
Izquierdo recomendó que el diseño de estas caretas faciales cumplan en lo posible con las especificaciones técnicas de fabricación que establecen las normas del Instituto Nacional de Calidad (Inacal).
En tal sentido, explicó que el material debe ser de policarbonato o polipropileno, con un tamaño de entre 36 a 39 centímetros de alto para que abarque desde antes de la oreja, y con un largo de entre 20 a 22 centímetros, para que cubra desde la frente hasta el mentón.
“La mica debe ser transparente, con un grosor mínimo de 0.3 cm, con una correa regulable para que haya un buen ajuste en la cabeza y no se esté moviendo, con lo que se reduce la necesidad de manipularla”, señaló.
Izquierdo recordó que el Minsa ha recomendado el uso de los escudos faciales, no solo en el transporte urbano, terrestre o aéreo, sino también en centros comerciantes, mercados, bancos u otros espacios físicos cerrados donde exista el riesgo de contagio por la aglomeración de personas.
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