El arroz dorado tiene nada menos que 18 años de existencia pero ahora vuelve a estar en boca de todos. El consumo de este producto transgénico ha sido autorizado en Australia y Nueva Zelandia. La «Food Standards Australia New Zealand» dio luz verde el pasado 20 de diciembre a este éxito de la biotecnología que pretende luchar contra la deficiencia de vitamina A.
Este problema de salud pública afecta a 250 millones de niños y a una proporción sustancial de mujeres embarazadas de países de bajos ingresos en África y el sudeste de Asia. Según advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS), la deficiencia de esta vitamina causa ceguera a entre 250.000 y 500.000 niños cada año, y la mitad de ellos mueren en los 12 meses posteriores a la pérdida de la visión por otras complicaciones.
Pero, ¿cómo puede el arroz dorado resolver un problema de tal gravedad? Este cereal está modificado genéticamente para que sea capaz de producir betacarotenos, la sustancia de la cual se deriva la vitamina A y la responsable de darle su característico color dorado. La vitamina A es necesaria para la visión, pero también para la salud de la piel, el sistema inmunitario y la reproducción. Los científicos consiguieron incluir esta sustancia a través de una modificación genética en el arroz, alimento base de países como India, Pakistán, Bangladés, Filipinas o China. «El arroz carece de los tres genes necesarios para obtener betacarotenos. Por eso, la única manera de que estén presentes en este alimento era modificándolo genéticamente.
Las críticas que todo lo transgénico acarrea hacen al arroz dorado un producto controvertido. Sin embargo, funciona. Al principio era necesaria la ingesta de grandes cantidades de arroz para incorporar la vitamina A, pero ahora solo son necesarios entre 100 y 200 gramos. Es un alimento que está pensado y diseñado para los países pobres, lógicamente donde existe una dieta variada es innecesario», explica José Pío Beltrán, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Australia y Nueva Zelanda no son países pobres pero la aprobación de su consumo abre la vía a que lo hagan los que sí lo necesitan para mejorar la alimentación y salud de su población. Filipinas lo ha autorizado para su cultivo (no aún su consumo), en el año 2013.
«Lo importante es que hay un producto transgénico que ya está autorizado para su consumo. Esto dará pie a que lo hagan los demás. Si no se aprobó antes es porque la primera versión acumulaba muy poca vitamina A y cuando finalmente se obtuvo la versión buena, los ensayos de campo para comprobar que no generaba problemas en la salud ni el medio ambiente sufrieron una oposición muy dura. De hecho, grupos ecologistas llegaron a destrozar campos de experimentación en Filipinas», asegura José Miguel Mulet, profesor de biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia e investigador en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (IBMCP).
«Inversión brutal»
La dura oposición al arroz dorado se mantiene después de su aprobación. Para Greenpeace es un «fracaso» que se viene demostrando desde hace casi 20 años. «Aún no se sabe si va a poder aportar la vitamina A necesaria para cubrir las necesidades de las personas que tienen esta carencia. Pese a ello, se está haciendo una inversión brutal que debería dedicarse a otras soluciones como los programas de suplementos alimenticios de Filipinas que han conseguido reducir la falta de vitaminas», señala Luis Ferreirim, responsable de agricultura de Greenpeace.
Para esta organización, el arroz dorado en todo caso sería un parche ya que no se conseguiría poner fin a la falta de macronutrientes que sufren las poblaciones de países pobres y que no pasa solo por la falta de vitamina A. La oposición a este alimento le valió a Greenpeace la feroz crítica de 109 premios Nobel que firmaron el pasado año una carta en la que cuestionaron el posicionamiento de los ecologistas. «¿Cuántas personas pobres deben morir en el mundo antes de que consideremos esto un crimen contra la humanidad?», plantearon en la misiva. «Los transgénicos no son la solución. Esta pasa por una agricultura diversificada basada en la agroecología», defiende el responsable de agricultura de Greenpeace.
Gratis y sin patente
Otra crítica que se le hace a los transgénicos es que se ponen al servicio de las «grandes compañías». Sin embargo, el arroz dorado está libre de patentes y es gratuito cuando se utiliza con fines humanitarios. Cuando en 2005 la versión inicial del arroz se consiguió mejorar (el hallazgo se publicó en la prestigiosa revista «Nature»), sus creadores, Ingo Potrykus, profesor del Instituto Federal Suizo de Tecnología y Peter Beyer, profesor en la Universidad de Freiburg (Alemania) decidieron compartir la tecnología para desarrollarlo.
Los nutricionistas aplauden la medida. «Los transgénicos no son malos para la salud», asegura Susana Monereo, jefa del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Gregorio Marañón. «Con el arroz dorado se puede conseguir alimentar a una población que, de otra forma, sería imposible. Resolver la carencia de vitamina A es esencial, hay que hacerlo como sea», defiende.
Esta vitamina debe ser consumida durante todas las etapas de la vida, especialmente en el caso de niños y mujeres embarazadas. Para Monereo, no entraña un problema que esta sea consumida a través del arroz, es decir, no ve necesario el uso de suplementos. «Es bueno utilizar alimentos como vehículos. Así se han solucionado muchos problemas de salud». Sin embargo, advierte de que no se puede consumir arroz en exceso ni tampoco superar la dosis diaria recomendada de vitamina A. Su exceso puede ser tan malo como su defecto.
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