Un pícaro haragán sin porvenir. Por un golpe de suerte, conoció a una hermosa esposa de un celoso empresario. Puesto toda su esperanza en ella, se dedicó a investigarla...
De pronto, apareció una loquita morena y fornida. Miraba desesperadamente a todas las personas, al verme gritó, ¡con este me quedo!, abalanzándose me abrazó poderosamente.
Para huir del mundanal esfuerzo, dado mi gusto por la vagancia y la soledad, inexplicablemente había perfeccionado el arte de dormir cada momento libre de mi vida...
Tomás era un tímido tomate que vivía en el campo junto a sus amigos vegetales. Un día, se hartó de su ignorada vida y resolvió convertirse en superestrella de cine.
En un accidente climatológico como la explosión del Vesubio que sepultó a la vieja Pompeya, dos tipos duros y homófobos se quedaron atrapados en la enmarañada selva brasileña.
Incapaz de conciliar el sueño, ansioso esperó que amaneciera para la investidura en su propio jardín, y como tardaba llegar, la impaciencia lo obligó salir en su búsqueda.
Fue un viaje de solteros frustrado, cuando volvieron a casa, tristes, furiosos y arruinados, para sorpresa de ellos, sus esposas los recibieron más cariñosas y sexis que nunca.
Resignada murmuró, la apenada novia recién casada, descendiendo las estriadas gradas pétreas, de la iglesia pagana de aquella secreta ciudad sitiada por eucaliptos.
Para comprometernos, mi novia y yo viajamos a Huamatambo, un pintoresco pueblito andino. Al llegar, asombrados vimos a toda la gente prosternarse y llorar de miedo del loco de la huaraca.
Ahora que anhelo mi apacible soledad, le ruego terminar. Con fiereza y lágrimas, argumenta que la he hecho perder su tiempo y me demanda un alto resarcimiento económico que no poseo.
Anoche, ante mi asombro, junto al pantano donde vivo, ella se acercó y sollozando me dijo, “¡Me casé con el hombre equivocado, pero me divorcié porque te amo!”.
Ensimismado en la campaña política peruana, contribuí a la ruina de una pobre muchacha que, sin ningún mérito moral e intelectual, disputaba su tercer final como candidata presidencial.
Espantado, desperté a esta realidad y con temor escribí este sueño, mientras aún escuchaba los aplausos e intentaba recordar los rosados pechos de Emma Bovary.
Temeroso del sempiterno castigo divino al no consumar su designado ritual, de rodillas, forzado y silencioso, invocó un secreto nombre y se durmió en cuclillas.
Fue un extraño domingo, abordamos el peregrino y destartalado autobús amarillo, camino a los Cárpatos; me acomodé al fondo y de pie el melenudo y tullido adolescente...
Al despertar violentamente después de un misterioso sueño por terminar que tenuemente resonaba, había abandonado su enigmática existencia debajo del sombrío puente inundado de musgos.
Al despertar y volver en mí, observé desconcertado y angustiado esa memorable y aterradora escena, imposible de filmar con mi inutilizado aparato ultra moderno.
¿Cuál es la naturaleza del tiempo? ¿Hubo un principio o habrá un final en el tiempo? ¿Es infinito el universo o tiene límites? eran las preguntas que quiso responder.
No era una billetera común sino, anaranjada amarillo por adentro y oscuro anaranjado por afuera, impregnada de un raro perfume, con una marca extraña...
Ante de ingresar a la feria de libros, atestado de gente, desperté insospechadas e inquisitivas miradas, desde la muchedumbre, hacia mis sonrientes atuendo.
Antes de cruzar el puente sobre aquel destartalado tren y antes que el olvido hiciera su atroz labor, recordé algunas impresiones de un pueblo que no recuerdo su nombre.
Al descender del enmarañado y envejecido bosque, leí la olvidada carta que alguien me alcanzara al despedirse, titulaba, ¿Cómo conocí a un extraño Colportor?
Al desmontar, extrañado contemplé, el magnífico y pujante arbusto, de quien cándidamente me había mofado, derrochando perfume aquel valle donde alguien me llamó amor.
Ahora mis habituales visitas, incluyen algunas silenciosas bibliotecas donde por casualidad encontré un extraño y sombrío libro amarillento de hojas descoloridas...